Sobre ese trágico deseo de unidad que llamamos sexo
Las pocas nubecillas albas que esta tarde retozan por el cielo parecen ovejas sin rebaño, solas, aturdidas, diletantes de lo suyo. No son más que flecos desprendidos de aquellas otras, irritadas y arrogantes, que nos encarcelaron sin piedad los días pasados trayendo lluvias postreras y copiosas, como agua tirada a