Llueve mucho estos días. Devora el frío de la mañana los restos del verano. El martes, me asombraba ante un colchón de hojas secas que tapizaba el suelo debajo de los plátanos del Paseo del Prado. Llegó el otoño y me sorprendo sobrecogida. Como ser corpóreo, las estaciones me afectan, me conmocionan. Especialmente en el principio, antes de acostumbrarme, todo me maravilla.
¿Qué me dice, hoy, a mí, la llegada del otoño? La temporada otoñal me conecta con mi naturaleza, que también necesita recogerse, reposar, meditar, contemplar, pararse. El cambio de estación me llena de preguntas sobre el cambio, los cambios -anhelados y odiosos-, su impacto, mi actitud. Esta época me llama a hacer memoria, a no olvidar el tesoro del descanso, que ha cambiado la piel pero sostiene mis esfuerzos actuales. ¿Qué me ha pasado con lo que he vivido durante el verano? ¿Cómo viviré el que vendrá? ¿Cómo me deslizaré por este otoño, que destroza y rehace lo cotidiano?