Según la última encuesta del CIS, el 47,7% de los españoles “cree que una persona puede mantener dos o más relaciones afectivo-sexuales a la vez”. En antropología, nos toca a los profesores dar el “tema” del amor. Papelón. El primer año, pensé que me salvaría dando los cuatro tipos de amor de C.S. Lewis y añadiendo algunos ejemplos. Hasta que llegué al “amor de pareja”. La fidelidad era una de las características de la lista, y hablamos en clase sobre si tenía que entrar entre los criterios. Casi todos estaban de acuerdo con que sí porque, de lo contrario, era mentir al otro. Hasta que un estudiante preguntó: ¿pero fidelidad y exclusividad son lo mismo?… Y desde entonces lo diferencio en los apuntes. La posición de más o menos la mitad de la clase (al igual que señalaba la encuesta del CIS) suele ser: “bueno, que cada uno haga lo que quiera, si lo han hablado entre ellos…”. Y allí es cuando me quedo preocupada por el valor que se dan a ellos mismos. La verdad es que me retengo bastante porque quiero que sientan que pueden expresar lo que realmente piensan y que no tienen que bailarme el agua. Prefiero hacerles preguntas, a ver si se les ocurren algunos ángulos muertos sobre el tema… Pero realmente, y más aún cuando les he cogido especial cariño, lo que me pide el temperamento sería exhortarles con vehemencia: Pero ¿tú no ves que te lo mereces todo, como que Alguien se muera por ti o que se quede a tu lado pase lo que pase?, ¿que eres irremplazable, con dones únicos y que nunca, nunca, habrá nadie igual que tú en toda la humanidad?

Ojalá nuestros alumnos, cuando salgan de la universidad, se hayan sentido queridos en esos años y sean más conscientes del valor infinito que tienen.

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