Bajaba hace poco las escaleras de la universidad que llevan de mi lugar de trabajo a la calle y escucho «venga que ya es jueves» a lo que la voz receptora responde «sí, ¡¡ya queda menos!!». Ambas voces animadas se dan palmadas en la espalda y se separan.
Ya queda menos, ¿para qué? pensé. Ya ya…imagino. Para el viernes, para las copas o para quedarse en casa descansando, para estar con la familia o para echarse un partidillo con los amigos…yo que sé. El caso es que ya queda menos. Y enseguida me sobrevino ¡y tanto que queda menos! un día menos para la funesta hora…
Perseguimos algo, corremos tras de algo. Acabo de escuchar ahora mismo, mientras escribo, en el rellanismo de la escalera (José Mota, dixit…) «venga, chicos, que ya es viernes». Y si hubiera estado yo tras la puerta hubiera respondido con toda la empatía vecinal «sí, qué bien, verdad?». No nos salvamos de esta carrera. Participamos de esta cosmovisión como lo hacemos de Melchor, Gaspar y Baltasar. Podremos jugar en equipos diferentes en la vida pero llega el viernes y nos hacemos hermanos. Y un poquito más tarde volvemos a encontrarnos y todo quisqui entiende «aquí…de lunes» como si fuera el mantra a cuyos pechos nos criamos. Y ahí toda la escatología del mundo, esta vez en forma de estercolera, se pone en nuestra expresión.
Insisto…para qué. Por qué esta carrera de fondo. Hacia dónde. Vivimos como si alguien nos hubiera prometido algo.
Voy a comprobarlo ¡que ya casi es viernes!