Comienza el tiempo más noble del año

Ha comenzado el tiempo de la libertad en la Universidad, si es que la libertad fuera no tener lecciones y exámenes, pero ustedes me entienden.

Y la libertad siempre es educativa. Sin libertad no hay educación. Es decir, sin libertad no hay barro que se modele ni artesano creativo. Esto me ha hecho recordar las palabras que un educador italiano del siglo XX decía justo al comienzo de los veranos:

«Lo que de verdad quiere una persona, sea joven o adulta, se comprende no por cómo trabaja o estudia – que es lo que está obligada a hacer -, sino por cómo emplea su tiempo libre. Si un chico o una persona madura desperdicia su tiempo libre, no ama la vida: es un necio. Por eso el tiempo de vacaciones es el más noble del año, porque uno se compromete como quiere con el valor que reconoce más relevante en su vida; o bien, no se compromete con nada, pero entonces es un necio».

No estoy expectante por cómo los alumnos, los hijos, se comprometerán con este tiempo libre, sino por cómo nosotros, los adultos, los padres, los profesores, vamos a ser libres en este tiempo. Cómo vamos a mostrarles la grandeza de la vida cuando no hay programación escolar que nos parapete. Si somos libres haremos lo que queramos (¡esto es mucho suponer, ya lo sé!) y entonces se nos verá el plumero y mostraremos aquello por lo que nos movemos en la vida.

Así que esta mañana he decidido hacer la mochila de este verano. En ella he metido un texto sobre tomarse la vida en serio que colgaré cual manifiesto, unas cuantas normas básicas para ayudar a que la necedad se abstenga lo más posible de entrar en casa y en la universidad (que no el aburrimiento que será bienvenido en tanto compañero de búsqueda de tesoros) y una lista donde cada uno tendrá que apuntar lo que lee. Estos son los únicos deberes. No ha entrado ni un solo cuadernillo de vacaciones Santillana. No se trata de mantener fresco lo que sabemos sino de dedicarnos a lo que aún no conocemos.

Estamos en la puerta de entrada a las noches de estrellas y el calor como prenda. Una especie de bisagra a la vida más auténtica. Estrellas que también espero encontrar cada mañana como rocío que solee la universidad.

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