El fin del mundo

¿Qué va a pasar con los obreros cuando nos muramos?

Con esta pregunta de los labios de Blanca, mi hija de 3 años, amanecíamos entre las prisas propias de quien tiene que llegar al colegio y a trabajar más pronto que tarde.

– “¿Cómo que dónde van a estar los obreros?, ¿qué obreros, Blanca?”, le decía mientras le ponía la tostada en el plato.

– “Sí, mamá, los obreros, los que construyen las casas. Que dónde se quedan cuando todos nos muramos”.

Mi primera reacción fue la de los adultos de El Principito. Le respondí que no nos moríamos todos al mismo tiempo y que no se quedaba el mundo vacío de un momento a otro.

Ella, sin embargo, me preguntaba desde otro lugar, uno mucho más verdadero. El mundo es completamente suyo. Todo y todos, también los obreros que construyen casas, serán importantes en ese momento crucial en el que su mundo deje de existir. Silvio Rodríguez lo expresa muy bien: «¿Adónde va lo común, lo de todos los días? / ¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga? / ¿Adónde va la sorpresa casi cotidiana del atardecer? / ¿Adónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?».

Cada muerte, la tuya y la mía, es un fin del mundo en toda regla que nos exige mirar cada detalle con otros ojos y preguntarnos “¿qué va a pasar, adónde van?”

Ahora, ver obreros por la calle rodeados de ruido y de polvo, construyendo quién sabe qué, será una cosa bellísima. Qué vértigo. Qué suerte la mía.

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