María Serrano

El eterno dilema del hombre es el tiempo. Qué hacer con él, cómo sacarle el máximo partido, cómo aprender también a perderlo, cuál es su sentido. Porque cuando uno entiende la finitud de las cosas y de la propia vida es cuando conoce su significado. El verano, para los más afortunados, suele coincidir con las vacaciones. Así que verano es calor del que adormece y enfurece en Madrid en las idas y venidas a la redacción y suelta la risa en las terrazas de La Latina, pero también es un descanso cargado de sentido en Galicia, donde el tiempo se vuelve plástico y se estira hasta hacer prácticamente inútil el reloj.

Recuerdo haber ido creciendo en la conciencia de la paz y el descanso del verano con el tiempo, y haber caído en la cuenta de cuánta libertad tenía entre las manos. Decía ?Luigi Giussani que el tiempo de las vacaciones es “el tiempo de la libertad”,porque en el tiempo libre se pone de manifiesto lo que uno ama verdaderamente. Y el corazón nunca se va de vacaciones. ?Es el tiempo más noble del año, mucho más que el tiempo del trabajo, porque cada uno decide con qué se compromete, qué valor reconoce como fundamental en su vida.

El verano es?, así, una época importante: es importante la compañía que se elige pero, sobre todo, es importante de qué forma se decide vivir. Porque este tiempo de libertad debe ensanchar el corazón, hacer florecer las relaciones, multiplicar el deseo de bien y verdad, aumentar las ganas de disfrutar de la vida. Es libertad, pero libertad verdadera, es decir, libertad para el bien: hacer lo que se quiera conforme al ideal, a la exigencia última del corazón.

Por eso mis veranos están cargados de gente buena que engrandece mi humanidad, de alegría en familia y fraternidad con amigos, de descanso y lectura, de oración y cultura, de voluntariado y gratuidad; mis veranos me hacen recordar lo que más querría recordar y disparan mi voluntad de vivir. No son una pausa, no son un paréntesis: son la vida misma.

Así, el verano no asusta, sino que se vuelve un tiempo privilegiado de relación con todas las cosas. Porque el valor más grande del hombre, la virtud, el coraje, su energía, aquello por lo que merece la pena vivir, reside en la gratuidad, en la capacidad de gratuidad. Y es precisamente en el tiempo libre, en las vacaciones y en el descanso,? donde emerge la gratuidad y se afirma de un modo sorprendente.?

Este artículo pertenece a la serie #VeranoEs.

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