¿Sabemos ver dentro?

No me gustan los atascos. No sé si a alguno de vosotros os gustarán, que hay gente para todo. A mí me desquician, no los soporto. No tenía especial prisa, pero me fastidia tener que esperar. Sobre todo, me fastidia estar parado en mitad de una carretera cuando no es porque ha sucedido un accidente. Aquí estoy, parado en mitad de una de las carreteras de circunvalación a Madrid, rodeado de coches y con la lluvia como protagonista del momento. Bajo un poco la música, porque me doy cuenta de que está muy alta. No me deja pensar. Ahora puedo escuchar las gotas golpear contra el coche. En el fondo soy parte de este atasco, yo colaboro con que haya sucedido. Soy un coche más en la carretera. Creo que hay demasiadas veces que miramos al exterior pensando aquello que nos desagrada, pero pocas veces vemos esa “viga en nuestro ojo”. Aprovecho este momento de “calma” y empiezo a deshacer los “atascos” que llevo dentro. En el fondo lo que pasa es que me cuesta esperar, me cuesta no tenerlo todo aquí y ahora. Este atasco realmente me enseña paciencia.

La paciencia todo lo alcanza
Apago la música del todo y se produce un silencio. Un silencio que no está vacío, que está lleno de reflexión, de contemplación, de oración. Los coches vuelven a moverse, tímidamente continuamos avanzando por esta calzada de 5 carriles que parece ser insuficiente para todos. De alguna manera este momento me ha enseñado algo, aunque me sigan costando los atascos.