¿Todo y todos tenemos un precio? “Algunas cosas no están a la venta, no se puede comprar a las personas” le decía la enamorada y casada Demi Moore al soltero millonario Robert Redford en la película: “Una proposición indecente” poco antes de acostarse con él por un millón de dólares. En su alegato-excusa planteaba que lo hacía por su marido y el futuro de ambos. “Se trata de mi cuerpo, no de mi mente ni de mi corazón, solo fue sexo, no amor” decía.
Comprar y vender personas (esclavos) era normal hace no tanto. La trata de blancas no ha desaparecido a pesar de que nadie la defendería ya moralmente. Se compran órganos, niños, vientres, asesinatos a la carta, voluntades políticas (por precios asombrosos), y los deportistas cambian de escudo sin sonrojo fingiendo que el último club había sido su ilusión desde niños.
El mundo del deporte parece escandalizado por el precio que Arabia Saudí ha puesto a la carrera deportiva del golfista Jon Rahm. ¿Ética, amnesia o envidia? Fue nº 1 del mundo, hoy nº 3, con solo 29 años. Desde que entró en el circuito profesional en 2016 ha ganado 50 millones de dólares ¿Suficiente? En febrero de 2022 afirmaba: “Declaro mi lealtad más absoluta al PGA Tour. […]. No pienso que la Liga saudí sea algo beneficioso para mí. […] Yo estoy para hacerme un nombre. Crecí viendo a muchos grandes golfistas jugar grandes torneos y solo busco formar parte de ese legado. Eso tiene mucho más valor que el dinero”. 500 millone$ cambiaron su opinión instantáneamente. Esta no era una proposición indecente, solo laboral, que le hizo un hombre instantáneamente. “No ha sido el dinero” dice…
¿Qué no venderías ni por 500 millones, si te los ofrecieran? Hay otras formas de pago más sutiles e invisibles.