¿Cómo se mide una vida exitosa?

En este tiempo de medición empírica de lo tangible son permanentes las estadísticas para saber si Nadal, Federer o Djokovich tuvieron la mejor raqueta. Si Messi, Ronaldo, Pelé o Maradona fueron los mejores delanteros, o si Michael Jordan, LeBron James, Kareem Abdul-Jabbar o Kobe Bryant son “the GOAT” (Greatest Of All Time), “la cabra” para los que solo miran lo alfanumérico y no su significado profundo. ¿Cómo se mide una vida exitosa?

Dice mi maestro y amigo Alberto Campo Baeza que le interesan más los arquitectos de obra intensa que los de obra extensa. Valdría para cualquier gremio. Esto pone en valor también la implicación personal en el trabajo y el cuidado por los detalles, puesto que no importa tanto la cantidad sino la calidad, no tanto el volumen como el impacto de lo producido, y a veces ni eso.

Si la cantidad fuera el parámetro de excelencia, gentes que vivieron poco tiempo y cuya producción fue escueta no habrían pasado a la memoria colectiva. Los casos son innumerables: arquitectos como Enric Miralles, Luis Moreno Mansilla, Giuseppe Terragni… pintores como Masaccio o Basquiat, la lista es interminable y la podríamos producir en cualquier gremio.

No es el caso de Hitchcock que vivió 81 años e hizo 53 películas de impacto desigual. ¿Son muchas? Son muchas más que las que llevan hasta la fecha como “director” Steven Spielberg con 37, las 10 de Quentin Tarantino, las 9 de James Cameron, o las 6 de George Lucas. (Bien es cierto que todos ellos han intervenido en muchas más con distinto rol).

Realmente el valor absoluto de una carrera profesional es tan difícil de medir como el de una vida lograda. ¿Con qué parámetros? ¿Qué es lo que de verdad importa? Nos quejamos de los exámenes, pero qué necesarios son. La vida es un misterioso examen de enunciado unipersonal, evaluación continua y nota final, donde se pueden tomar referencias de otros, pero difícilmente copiar porque cada cual tiene su dotación de talentos y limitaciones, su biografía y sus desafíos intransferibles. ¡¡Qué difícil poner nota numérica al final del trayecto con tanta variable!! Igual sea solo un semáforo de luz verde o roja. ¿No sería fantástico ir sabiendo las notas parciales? Quizás tengamos que conformarnos con intentar sumar más que restar cada día, y pedir disculpas por los errores para minimizar los negativos y que el balance final sea lo más positivo posible.

Alfred Hitchcock colocando su 50ª película en su filmografía.

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