
Rocío Solís Cobo. Instituto John Henry Newman
Se quema la tostada
de pan; mas si no se quemase,
no habría tal olor a casa,
a consuelo, a paraíso.
Estos días se nos ha dado la oportunidad de que se queme la tostada. Es cierto. Puede haber chamusquina, ese polvito renegrido que se queda en el pan y que hay que quitar con el cuchillo. A veces, parece amenazar al pan mismo. Si rebañamos más, nos quedamos sin desayuno. Pero, si levantamos la mirada de la vianda de cada día, de pronto, olemos. Y hay casa. Esa en la que no reparamos habitualmente. O lo hacemos ya en el coche, en el atasco, llenos de melancolía por haber dejado atrás nuestra guarida, que no le ha dado tiempo a ser hogar todavía. ¿Aprovecharemos ahora el acontecimiento de tostar el pan de cada día?
[…] dormir… poco. Seguimos trabajando, de otra manera, pero mucho. Es bueno hacerlo. Debemos cuidar el bien de cada día. Pero quizá el adagio nos invita a otra manera de hacerlo. Saboreando que el mandato del trabajo no […]
[…] Estábamos en loca carrera transhumanista hacia la inmortalidad de los cuerpos y la muerte más que posible ha aparecido en el horizonte. Sabiendo que en cualquier momento podemos morir, la enfermedad nos interpela con fuerza sobre cómo debemos vivir. Nos pregunta si tal vez, como sostiene François-Xavier Bellamy en su último libro, no convendría aprovechar para permanecer, para apostar por la solidez en medio de la sociedad líquida, para no hacer mudanza, para convertir la casa en hogar que se habita. […]