Rocío Solís Cobo. Instituto John Henry Newman
Se quema la tostada
de pan; mas si no se quemase,
no habría tal olor a casa,
a consuelo, a paraíso.
Estos días se nos ha dado la oportunidad de que se queme la tostada. Es cierto. Puede haber chamusquina, ese polvito renegrido que se queda en el pan y que hay que quitar con el cuchillo. A veces, parece amenazar al pan mismo. Si rebañamos más, nos quedamos sin desayuno. Pero, si levantamos la mirada de la vianda de cada día, de pronto, olemos. Y hay casa. Esa en la que no reparamos habitualmente. O lo hacemos ya en el coche, en el atasco, llenos de melancolía por haber dejado atrás nuestra guarida, que no le ha dado tiempo a ser hogar todavía. ¿Aprovecharemos ahora el acontecimiento de tostar el pan de cada día?