Optimisimo y esperanza

Dice el diccionario que la esperanza es el estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. También dice que es sinónimo de confianza, ilusión y optimismo. Sobre este último, ha venido a mi memoria “el matiz” de la diferencia que hace Vaclav Havel al afirmar que el optimismo es la convicción de que todo saldrá bien, mientras que la esperanza sería la certeza de que algo habrá tenido sentido salga como salga.

El veredicto de la circunstancia

De esta manera se cuela entre ambos algo que me parece esencial: el veredicto de la circunstancia. Yo al menos he vivido, y sigo haciéndolo, en la lucha por encontrar aquello inamovible a lo que agarrarme salga la vida como salga. Cada mañana se me abre la posibilidad de todos los infartos, accidentes, ictus, enfados e injusticias que yo (o los míos -un yo que sufre exponencialmente-) puede sufrir. Y así no hay quien viva. Pero así vamos viviendo.

La piedra angular de la esperanza

Paradójicamente, cuando nos ha tocado algunas de esas cosas que tememos, nos damos cuenta de que no contábamos con algunos esplendores que también surgen en el dolor, y que nuestro miedo no tiene en cuenta en la ecuación de la proyección. No obstante, nadie quiere comprobar las luces a base de penas. Yo tampoco. Pero el político checo da una clave importante: habrá que encontrar el sentido de lo que hacemos y vivimos. Quizá eso sea la piedra angular de la esperanza. Quizá, aguerridos en ella, la circunstancia cobra otro arranque, otro horizonte. Y quizá de esa manera se cumple la definición de la RAE, ver como alcanzable lo que se desea, es decir, que la vida sea buena y bella “y que yo lo vea”.

Todo esto lo explica y profundiza el profesor Ángel Barahona, catedrático de teología fundamental de la UFV, maestro y amigo que nos enseña a ver más arriba en la altura y más adentro en la espesura.

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