¿Merece la pena?

Viendo estas navidades una peli en la tele (Un paso adelanteEn corps es el título original de esta producción franco-belga), y en la que una bailarina de ballet sufre una grave lesión durante una función -que la separa de la danza clásica- me llamó poderosamente la atención cómo sufría en el intento por recuperar su forma física, buscando regresar a los escenarios.

Pero sobre todo pensé en el esfuerzo cotidiano de tantos ensayos que la habían convertido en una bailarina profesional destacada. Ver cómo se pone de puntillas esta mujer, soportando el peso de su cuerpo sobre sus dedos, mientras gira o mueve sus piernas o brazos y salta a los de su compañero de baile… caray, eso duele. El sufrimiento corporal llama a trazar la típica ecuación coste-beneficio: ¿duele, pero compensa? Claramente, en el caso de la protagonista de este filme, la danza es su vocación y tiene el don, la gracia (en palabras de Noverre*) que le permite crear belleza siguiendo la música que ilumina la obra representada. Siempre que baile tendrá ese dolor, ese sufrimiento que hay debajo de la preciosidad creada para el público a las funciones de cada gira artística, pero hay algo más grande que ese daño que le causa su pasión por el baile, y es la hermosura del arte expresado en los movimientos propios y corales que hacen disfrutar a los espectadores, y le otorgan tal plenitud interior que decanta con rotundidad el resultado de la ecuación.

Sí, merece la pena sufrir cuando se busca algo grande, precioso, sublime por lo que hacerlo. Cuesta, pero merece la pena.

*Jean-Georges Noverre, bailarín y coreógrafo francés, citado en la obra Cartas a María, de Rocío Espada.

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