Rocío Solís Cobo. Instituto John Henry Newman
“Mañanitas de abril
son buenas de dormir”,
se decía antes.
Pero es que no había prisa,
había una vida eterna por delante.
Dormir, dormir… poco. Seguimos trabajando, de otra manera, pero mucho. Es bueno hacerlo. Debemos cuidar el bien de cada día. Pero quizá el adagio nos invita a otra manera de hacerlo. Saboreando que el mandato del trabajo no llevaba aparejado como condición la prisa, el agobio, el atasco, la angustia de la infalibilidad, la zozobra del reconocimiento. Simplemente nos hablaron del sudor de la frente y del maná diario, y ya era toda una labor. Quizá estas mañanas de abril nos pueden llevar a esa mañana primera, o a la segunda donde ya sí que había que trabajar, pero sin prisa, porque la promesa de la vida eterna aún continuaba fresca. ¿Aprovecharemos ahora para trabajar de esta manera?