Jirones de vida

¿Qué significa dedicar la vida a la enseñanza?

Dar clase es darse. Es dar la vida. Lo más importante que un profesor tiene para dar a sus alumnos es su propia vida apasionada: es decir, tocada por un amor más grande que transfigura la existencia.

Dice Ortega en cierta nota al pie de Misión de la Universidad que “todo dedicarse, si es verdadero, es dedicar la vida”.

¿Qué significa dedicar la vida a la enseñanza?

Cuando doy clase experimento una dilatación muy especial del corazón. En el aula descubro que nada acontece en mí que no tenga como horizonte al mundo entero. Veo a mis alumnos y me conmuevo profundamente ante el misterio de cada nombre, de cada rostro, de cada historia, de cada uno…

“Queridos alumnos, Unamuno -Don Miguel, rector perpetuo de la Universidad de Salamanca- hablaba del sentimiento trágico de la vida. Bienvenidos a Introducción a los Estudios Universitarios. Aquí intentaremos explorar un sentimiento apasionado de la universidad”.

¿Qué significa dedicar la vida a la enseñanza?

Salgo del aula, cansado y feliz, y recorro la distancia que separa el Edificio O del despacho de la Escuela de Liderazgo Universitario y Becas Europa (mi habitación dentro de la casa). Me encuentro con Laura y María: “¿qué te pasa, Martín?”.

Me pasa que dar clase es darse. Dar la vida. Vuelvo de clase cansado y feliz porque he dejado una parte de mí en el aula, porque he querido ofrecer a mis alumnos lo mejor que pueda darles, en la conciencia de saberme insuficiente, en la certeza de saberme acompañado.

Estoy cansado -y soy feliz- porque voy dejando en el aula jirones de vida.

Parece mucho. Hasta demasiado. Pero es real. Me está pasando.

“¿Se puede vivir así?”, me pregunto. Con Laura nos miramos.

La amistad de su mirada me lo confirma: a lo mejor, sí.

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