Santiago Huvelle
Hace unos días un amigo comentaba que la conversación más habitual entre las mesas del restaurante donde trabaja, gira en torno a un tema de actualidad. Todo el mundo entiende lo que es la actualidad, y mucho más, lo que es estar actualizado. Actualizamos entradas en Blogs, estados en Facebook, fotos en Instagram. Y estamos actualizando cuando retwitteamos o cuando nos damos por enterados del último trending topic. Pero también cuando llevamos toda esta información recogida en los medios de comunicación a nuestra comida de amigos o familia. Todos nos enteramos de cualquier suceso a tiempo real. Todos hablamos sobre ello con un compañero de trabajo, un familiar, un amigo. La información es mucha, es rápida y alcanza a todos los bolsillos que tengan un smartphone dentro de sí.
Existe desde hace ya unos años un término para describir el miedo a estar desactualizado: FOMO (fear of missingout). En realidad se trata de un tipo de ansiedad. La ansiedad es siempre ansiedad de algo, en concreto de una posibilidad, en este caso la posibilidad de quedar excluido del presente. En la película Birdman, la hija del protagonista le lanza a la cara a su padre una verdad actual: no estar activo en Youtube, Facebook o Twitter, es no ser, ser nada. Es la exclusión máxima, y con ello volvemos a conectar con FOMO.
Pero no es del miedo a perderse algo de lo que quería hablar, sino de una trampa que nos puede jugar el querer estar siempre presentes. No veo que sea un problema estar enterados de lo actual, aunque sí veo un problema en hacer que nuestra vida gire en torno a ello. Voy a intentar explicar en qué consiste la trampa trayendo aquí al joven Kierkegaard. El filósofo danés se planteó esta cuestión en un breve escrito titulado “La rotación de los cultivos”. Dado que lo escribió cuando no existían internet ni las redes sociales, me libro con ello de cualquier acusación de demonizar al botón de actualizar del Google Chrome.