Todos somos Taylor

Yo no era Swifty. De hecho, desde mi prejuicio la Taylor se reducía a cantante girly-pop porcelánica y soseras hasta que hace unos años una alumna de Periodismo, Blanca, me dijo: «Profe, hay cosas que explicas en clase… Tienes que escuchar a Taylor Swift».

¿Qué tiene esta mujer que mueve a tanta gente? Podemos caer en el reduccionismo de pensar que los adolescentes adolecen de gusto y son borregos. Pero no es así. Es en la adolescencia cuando el corazón anhela los grandes ideales y, además, la vida se vive con gran intensidad emocional hasta el punto de que uno se siente incomprendido. Y llega Taylor y pone palabras a esas emociones, a sueños, escenas, ideales, anhelos, aspiraciones. Con 34 años la corean los de 12 y los de 50. Es intergeneracional porque evoca historias y situaciones en las que cualquiera se puede ver identificado. (Spoiler, aunque la prensa diga que sólo habla de sus exnovios, no es verdad).

Pero este fenómeno va más allá porque la han expuesto y ella no se ha amedrentado ante las críticas por su físico, el abuso que sufrió en un photocall, sus ideas políticas, su vida amorosa, el cáncer de su madre, el robo de sus derechos como autora… Yo no sé si tiene una vida ejemplar, pero cómo ha reaccionado ante muchas de estas situaciones es digno de admirar. Cuando uno ve una virtud encarnada, es algo muy atractivo y deseable. A esto añade que los jóvenes buscan modelos de vida, referentes.

Que sí… que en el amor parece que no le funciona nada y cambia de novio cada dos por tres. ¡Vaya, el drama del común de los mortales en pleno siglo XXI!

También podemos pensar que es todo marketing y fachada, pero en su obra ella se expone sinceramente en muchas canciones. En «I can do it with a broken heart», de su último disco, asoma con sinceridad la soledad de la fama y su anhelo de que alguien realmente pueda ver lo que es su vida: «because I´m miserable! An nobody even knows!».

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Esto lo cantó ayer en el Bernabéu, casi al final de las tres horas y cuarto de espectáculo. Aclamada por millones de personas espera a alguien que la abrace desde su miseria y experimente qué es verdaderamente ser amada. Y los 65.000 que gritamos ayer en su concierto, si hubiera durado seis horas seguiríamos pidiendo más. El corazón no lo colma totalmente un baño de multitudes ni tu ídolo entreteniéndote durante horas. ¡Qué incordio el corazón y al mismo tiempo qué grandeza!

Oye, al final va a ser que la Taylor tiene algo más que desamores…