Hace poco me preguntaba por esto ante un aluvión de malas noticias, enfermedades, muerte… ¿cómo es posible seguir teniendo esperanza? ¿Cómo podemos resurgir una y otra vez, cuando la muerte y lo finito nos rodean? Inexplicablemente y a pesar de esta circunstancia insalvable mi anhelo de infinito quema en el corazón. Sigo conservando ilusión, manteniendo la esperanza. ¿O será al revés?; que ¿es la esperanza la que me sostiene a pesar de que todo lo que conozco y todos a quienes conozco se irán? ¿De dónde viene esa esperanza si todo lo que me rodea no deja de hablarme de lo contrario?
Recientemente escuchaba en el solemne acto de apertura del curso académico 2023-24 la Lección Magistral que impartía la profesora Elena Postigo. Haciendo referencia al transhumanismo hablaba de que la ciencia avanzaba incluso para conseguir traspasar la condición de mortal del ser humano. Esto generó en mi interior asombro, pero un asombro inquietante, amenazante, turbador… Me puse en situación y me imaginé viviendo para siempre, sabiendo que mi vida en este mundo estaba garantizada. Esa recreación mental, lejos de llenarme de esperanza, me generó mucha angustia. Pensé: qué hastío, qué desidia. ¿Hacia dónde caminaría?, ¿qué sentido tendría mi vida? Imaginé que vivir para siempre en este mundo sería vivir encarcelada, que el pasar de la vida se convertiría en una especie de día de la marmota insufrible que aniquilaría mi esperanza. ¿Esperanza de qué? Pensé entonces.
Caí en la cuenta de que la promesa de eternidad en el mundo conocido no colmaría mi anhelo de Absoluto. Pero ¿en qué consiste ese anhelo de infinito que nunca se colma?, ¿cuál es la fuente de esa Esperanza que alberga mi corazón?