¿Es posible escapar del mal?

Para “responder” a la pregunta del titular, propongo que pensemos en la familia Finch. En efecto, la misma que encontramos en el videojuego What Remains of Edith Finch (Giant Sparrow, 2017). En esta obra videolúdica, el jugador recorre la casa abandonada de los Finch. La exploración de cada estancia es ocasión para traer al presente el momento final de la vida de su morador. El juego consiste en encarnar a cada familiar en un minijuego y repetir aquello que realizó antes de fallecer. La mayoría de los Finch mueren antes de alcanzar la ancianidad y siempre en circunstancias trágicas. La causa de sus desgracias: una maldición de origen desconocido.

Según avanza el juego, observamos que no existe un destino insoslayable que lleve a la muerte a los parientes de Edith Finch -la protagonista de juego- sino que sus decisiones imprudentes, sólo algunas de las muchas posibles en su mundo, explican causalmente sus desenlaces vitales. De este modo, el videojuego sugiere una metáfora: el mal moral se parece a una maldición que persigue a una familia de generación en generación. What Remains of Edith Finch invita a pensar que el mal moral tiene «algo» de maldición, aunque esta no se hace del todo presente sin el concurso de la libertad de cada cual.

El significado existencial que comunica el videojuego remite a un grupo humano superado por la catarata de desdichas que le azota, hechos tan terribles que sólo admiten la posibilidad del mal de ojo. Tan insoportable resulta aceptar que son las acciones imprudentes de cada uno de ellos las que, coherentemente, ocasionan sus males más terribles. Un análisis atento del juego revela que en el origen de esas malas decisiones solemos encontrar indicios de descomposición familiar. Este dato nos ofrece una pista para escamotear, cuando menos en parte, ese mal moral que nos atenaza.

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