El miedo a la infelicidad: una reflexión sobre el sentido de la vida

Siempre he tenido miedo a no ser feliz, pero nunca realmente me había planteado que está posibilidad podría llegar a ser una realidad. Ante esta hipótesis, me planteo  reflexionar sobre el sentido de la felicidad.

El pasado como memoria del corazón

Si la felicidad desapareciera de mi vida, me pregunto si sería capaz de sentir siquiera enfado o tristeza. Quizás la ausencia de felicidad me dejaría en un estado de vacío emocional, incapaz de reconocer o nombrar mis propios sentimientos. Después de todo, la felicidad nutre mi espíritu y me permite conectar con la bondad del mundo y buscar un sentido a mi existencia.

En esa hipotética ausencia de felicidad, me aferraría a los recuerdos de momentos pasados donde experimenté alegría, buscando refugio en el pasado. Como dijo Santo Tomás, «solo somos auténticamente nosotros recordando nuestro pasado», y en ese pasado encontraría un reflejo de quién fui y quién anhelo ser.

La búsqueda de un sentido

No sé si cabe un futuro sin un presente de ilusión o un pasado sin un porqué o un sentido. Desde luego en el mío no podría vivir sin la idea de que existe un bien mayor. Cuando puedo, por fin ,encontrar un sentido a mi pasado, la vida ha vuelto a retomar un curso nuevo de sucesos que me afectan y hacen que tenga que volver a aprender a vivir, recordando que nunca puedo dar nada por hecho.

Si mi tristeza existencial no tuviera esperanza, sin abrazar el dolor ni creer que existe una respuesta a mis últimas preguntas, una exigencia de verdad y amor…probablemente no sería consciente de que estoy viviendo, ni de mi misma.

La felicidad está en el amor

Si no volviera a ser feliz, estaría satisfecha de quién fuí. Entendería que no soy un ser perfecto sino que soy una mujer limitada. Vivo con la conciencia de que alguien me ha querido crear. Vivo por amor, y sin amor no habría nacido, sin amor no sé vivir.

Creo de verdad, desde la esperanza más profunda en mí, a través de la vida, que la felicidad está presente en mi vocación y en mi misma naturaleza, soy feliz porque soy amada, y también porque amo, soy aún más feliz. No es un principio inalcanzable, está en mi propia actitud y en mi experiencia vital.

¿TE HA GUSTADO? COMPÁRTELO: