Cristianismo y cultura contemporánea

Licenciado en Pedagogía y doctor en Filosofía, Gregorio Luri es autor de una veintena de libros, el último bajo el título “La mermelada sentimental”. Durante el coloquio que lleva por título “Cristianismo y Cultura Contemporánea: ¿Podemos esperar?”, expresó que se trata de una pregunta urgente que implica una diversidad de respuestas. Con este encuentro de la Universidad de Navarra se quiere reflexionar sobre los retos de la cultura contemporánea y cómo afrontarlos desde una perspectiva cristiana.

No se puede esperar que la solución venga de fuera, empezó argumentando Gregorio Luri, quien afirmó que no se trata tanto de contar lo que dice el cristianismo, sino de contarlo en relación con el mundo contemporáneo. Por dos razones: porque al transmitir la realidad le debemos el elogio del rigor, “Cristo no fue un cenizo y puso las cosas en su sitio”, y porque tiene un carácter de diálogo con esa realidad que es un requisito imprescindible.

En el coloquio también intervino Lupe de la Vallina, fotógrafa especializada en retrato. Dijo que no había que esperar nada porque ya está ocurriendo, y el cristianismo no necesita que vuelva Cristo, la oportunidad de expresar el evento cristiano es el mismo que el del año primero. Expresó que es fascinante la relación que existe con la contemporaneidad: “Si Rosalía o Tangana graban donde graban no es por algo exótico, sino por la potencia histórica de tantos siglos”, declaró.

Junto a ella, Ricardo Piñero, catedrático de Estética en la Universidad de Navarra, afirmó que hay que liberarse del miedo para responder a lo que podemos esperar, para que haya una convivencia serena con la realidad. El proyecto intelectual del máster busca atajar la incertidumbre y transformar la desesperanza actual. “No quiero hacer filosofía cristiana, sino vivir la experiencia real de ser profesor de filosofía, al mínimo problema tomamos un analgésico y no miramos el valor salvífico del dolor”, afirmó.

La aportación del cristianismo para Luri se resume así: frente al presente perdido ante el viento del futuro, la mirada correcta es la del pasado que se proyecta hacia el presente. Ante el cansancio del hombre de sí mismo que le lleva al ideal transhumano, “basta con recordar que hemos conocido el amor de Dios”.

Lupe de la Vallina constató dos mundos en el arte: el moderno vanguardista y el de la experiencia religiosa. Sin embargo, la necesidad de buscar lo infinito le ha llevado a amar la libertad que da el arte como profeta, en el sentido de decir las cosas como son, pese a las apariencias, ya que la poesía es el único lenguaje con el que se puede decir lo eterno: “La cultura cristiana que puede ser transformadora es la que surge del enamoramiento y la necesidad de palpar el misterio último surge de una experiencia, no de un programa”, confesó.

El mundo está para amarlo, insistió G. Luri, pero las cosas grandes, si no se aman, no se conocen. Se puede pensar que la Teología es una ciencia excéntrica, incluso los expertos de otras religiones se sorprenden ante la falta de leyes en el cristianismo, pero hace falta caridad cristiana para tener una mirada adecuada sobre la realidad. “Estamos esperando el analgésico que nos libre de las asechanzas del mal mientras lo bello se oculta tras lo útil”, afirmó.

¿Por qué hay que renunciar a hablar de la belleza? El profesor Piñero se lo preguntó porque, en su opinión, existe un deseo amoroso en el hombre que no encierra un efecto de centrifugadora no saciante, sino que su fin es Cristo. Lamentó que los académicos e intelectuales recientes nieguen esta dimensión en el arte y la ciencia. “Nuestra forma preferida de vivir en el mundo es la belleza, incluso en la favela más miserable te encuentras un tiesto”, manifestó con contundencia.

Gregorio Luri reflexionó que incluso en la fragilidad hay intensidad de belleza, como en el abrazo, el beso, el sol, la comida…, son bellezas efímeras, pero que aportan grandeza porque sabemos que junto a ellas hay una belleza especial: “No hay espectáculo dramático más bello que una Misa que anuncia la victoria de la muerte”, observó, “el hombre se mueve entre el animal y el ángel, puede degradarse y sublimarse, para lo primero solo hay que seguir la inercia, lo segundo exige esfuerzo, precisa llevar la belleza a la vida”.

Ricardo Piñero añadió que eso tiene que ver con la condición de Dios como Belleza absoluta y si somos hijos de Dios por naturaleza es una “estupidez” huir de esa armonía y magnanimidad. “La persona más inteligente y buena con la que he trabajado se llama Josepth Ratzinger, y hablando con él sobre por qué se había apuntado al cristianismo y no al hinduismo, me contestó que por amor, el amor es tumbativo, aunque no se entienda a veces”.

La fotógrafa respondió a las preguntas de los estudiantes asegurando que no hace falta traducir el cristianismo para hacerlo atractivo, solo necesita ser encarnado para que se transmita por ósmosis, por lo que “generar cultura cristiana contemporánea es vivir apasionadamente la fe”.

 

G. Luri finalizó el coloquio animando al auditorio a no vivir como el erizo, encorvado sobre sí mismo, y a reivindicar el alma sin complejos porque no tiene sustitutos. “No hay una manera única de conocer la realidad, hay una parte que demanda una mirada ampliada si se quiere comprender en su singularidad y tenemos pocos instrumentos que ayuden más a esto que la propia fe”, concluyó.

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