Echo de menos aprender de forma más ordenada, así que estas últimas semanas me he tomado la inquietud más en serio y he empezado a comparar planes de estudios. En medio de esto, Angela me ha contado cómo había ido su día con su maestro de pintura. Hace años que
El otro día Luciano se detuvo y -mirándome con devoción- me dijo «non ti manca nulla, nulla manca a te» (a ti no te falta nada, nada). En ese momento recordé que meses atrás ya había hecho el mismo comentario, pero yo, que si se trata de absolutos lo espero
Últimamente, caminando por la calle con ramos de flores, he advertido que atraía la atención. Ojos curiosos se posaban escrudiñando la gavilla y luego a mí. Más de uno se aventuraba a sonreír o a hacer un pequeño comentario. Y de repente, aquella cita desgastada era cierta: la belleza de
“A Roberto Benigni, que conoce la poesía de la duración” Uno de los detalles en los que siempre me fijo de un libro es la dedicatoria. Cuando abrí ‘Retén el beso. Lecciones breves sobre el amor’ de Massimo Recalcati y encontré a Benigni, sucedieron tres cosas: inicié el ensayo con cierta simpatía
Como cada lunes, atravesaba con brío la calle que me lleva al trabajo para empezar la semana cuando un detalle en la reja de la casa de la derecha atrajo mi atención. “Un fiocco rosa!” -pensé- y sonreí para mis adentros recordando cuando años atrás, a escasas semanas de mudarme
Nos asomamos a la ventana del comedor y, como cada noche, vemos a Betty, nuestra vecina de enfrente. Merilid comenta “es curioso, puede que hayas tenido un día horrible o genial, pero por la noche, ves a Betty y es como si pasara todo eso. Su presencia constante es tranquilizadora.
En los trayectos, cuando hago la compra, si bajo o subo las escaleras, mientras cocino y frego los platos, en la oficina –o peor- en mitad de una conversación seria: vivo con el impulso constante de canturrear. Continuamente relaciono palabras con canciones y, traviesa, deseo compartir la ocurrencia. En contadas
Cuando regresé a Florencia en septiembre y volví a recorrer las calles que diariamente atravieso para ir el trabajo, encontré algo insólito. La tienda de flores del barrio de Le Cure tenía la persiana bajada. Además, el puesto de color verde pino estaba empapelado con folios con caligrafías muy distintas.
