Las hormonas se han puesto de moda y, desde hace unos meses, estas secreciones de las que solo se ocupaban los endocrinos están en boca de todos los que tienen algo que decir. Psicólogos, psiquiatras, nutricionistas, entrenadores, educadores y periodistas nos inundan con sus consejos y prevenciones admonitorias sobre la cuestión por tierra, mar y aire. He llegado a plantearme si será cosa del dichoso algoritmo, pero tras consultar a varios grupos de muestreo aleatorios he comprobado que la moda ha calado hondo.
Y así, podemos hacer un viaje junto a estos mensajeros químicos urgidos por la adrenalina, entusiasmados por las endorfinas y energizados por la insulina, mientras sentimos una sensación muy placentera gracias a la dopamina, momentos antes de caer agotados por la melatonina. No pretendo estresaros con tanto dato, pues se elevarán vuestros niveles de cortisol y yo solo pretendo que la serotonina os llene de paz.
Aunque el no va más de estas pequeñuelas, muy por delante de las “hormonas de la diosa”, corresponde a las mioquinas, aka “moléculas de la esperanza” que, una vez segregadas por los músculos, navegan hasta el cerebro donde mejoran el estado de ánimo, la capacidad de aprendizaje y previenen el envejecimiento mental.
No hace ni doscientos años, los médicos seguían hablando de la relación de humores y temperamentos y ahora, con la ciencia de nuestro lado, cualquiera es capaz de comprar online la felicidad en formato de 60 cápsulas. Y esto, que parece milagroso, resulta preocupante, más allá del negocio de vender esperanza en pastillas, pues en el fondo del frasco quizá se encuentran la resignación por tener poco que ver en el resultado de una existencia plena o la total rendición ante la todopoderosa química que garantiza sobrevivir en lugar de vivir.
Es bien sabido que las modas no son neutrales, aunque no hemos de alarmarnos demasiado con esta última ya que el ser humano vive instalado en la promesa, en la ilusión irreductible por una vida mejor y en la confianza innata en el prójimo. Permitidme, por tanto, que dude de si tan altas expectativas están causadas por las mioquinas, pues el ser humano viene con la Esperanza instalada de serie.
