La idea matriz de estas líneas me vino al ver y sentir el bombardeo de los reclamos publicitarios sobre las tradicionales rebajas de enero, que junto a las del mes de julio jalonaban el mercado popular de todo tipo de compras de consumo cotidiano, como ropa, electrodomésticos, música…. Ay, se me acaba de ver el plumero, antes se compraban discos (vinilos) o cd y se rebajaba su precio en estos artículos también, je, je. Revelado el siglo que me vio nacer, también desde el que escribo ha visto como esa tradición de dos momentos ha saltado por los aires, y ya los sesudos analistas del marketing han confirmado que las cosas han cambiado por numerosos motivos, y ya hay días negros, rojos, de oro, y una larga lista cromática de descuentos a los que se suma el caudal de días del padre, madre, abuelos… en fin, entiendo enterados a los lectores de estos avatares.
Por oficio me sale decir que hay regulación legal (muy europeos somos) para que bajen los precios pero no la calidad, y vamos, que hasta el poder legislativo les apunta a las firmas sus eslóganes comerciales con tanta norma. Y me dio por pensar si los sufridos consumidores también nos hemos dejado influir por esa tendencia marxiana * de rebajar motu proprio nuestras aspiraciones. Fíjense, las rebajas de enero llegan a la par que los buenos propósitos, e incluso estos se asociación de forma inconsciente (o no) a los productos rebajados que permiten lograrlos (me pongo en forma pero no a la brava, sino con la mejor equipación, claro está).
También salimos de las fiestas navideñas cargados de kilos por exceso alimenticio, pero acompañados de una enorme ración de cariño y amor repartido con reciprocidad con propios y extraños (sí, el amigo invisible también cuenta). Sin embargo, más allá de que levante la mano el que además de pagar la cuota haya ido mas de tres días al gym, la rutina y el reencuentro con uno mismo nos tienta con rebajar también, y con enormes consecuencias, las riquezas de la vida que hemos visto claras a la luz de un ánimo bien surtido de esperanza y confianza en el cambio, en la mejora, en el aumento – frente a la rebaja- del cariño hacia los que están en nuestro camino.
Cada día normal y corriente es una enooorme oportunidad de buscar al que me ayudó en un momento difícil y ver cómo le va, de comprar ( y leer) ese libro (estos llevan poco descuento siempre) que le vino tan bien a un hermano o un amigo, o de felicitar a mi compañera de trabajo por quedarse embarazada de ese niño tan esperado. No hace falta campaña alguna para poner en marcha el corazón cada mañana, mirar al cielo con asombro ante la obra maestra de ese pintor que no se repite, descubrir la alegría de brindar un buenos días al vigilante del campus o a la señora que consigue que mi mesa siempre luzca.
No dejemos que nuestro ánimo decaiga por el tono gris que rodea la actualidad mostrada, siempre hay buenas noticias que elevan el ánimo, ejemplos que demuestran la posibilidad de crecer en aquello que nos importa, transeúntes que sonríen ante un encuentro casual con un ser querido, niños que se ríen con una bola de papel que patean a la salida del cole… . Sube la mirada del corazón, con la misma calidad y brillo (recuerda la norma 😉) pero subiendo la intensidad de tu latido, respira profundo y mira a los ojos de la persona a quien amas, ofreciendo lo más caro que llevas, la belleza de querer y ser querido. Eso sí que es grande, no lo rebajes, súbelo. Lo vas a disfrutar, seguro.
- Groucho Marx: tengo estos principios, pero si no le gustan tengo otros… ahora imitado por ChatGpt.