Vivir es disfrutar, pero también… sufrir. ¿Qué aporta aparte de un presente impredecible entre lo apetecible y lo terrible, en el que jugamos con la incertidumbre como si fuéramos ludópatas de la esperanza? Vivimos con el riesgo de que lo que suceda mañana nos haga sufrir o lo contrario.
El sufrimiento en la ficción
Me dedico a la ficción (a hacerla y a estudiarla) y la ficción no es más que un simulacro de la vida, un vivir otras vidas, pero sin riesgos. Vivir sin riesgos ya de por sí evoca una extraña pretensión porque la vida, por definición, es riesgo. ¿Qué lleva a un autor a hacer sufrir a un personaje? ¿Por qué existe lo feo dentro de la obra si a lo que se aspira es finalmente a la contemplación de la belleza? ¿Por qué la obra no funciona igual cuando limamos sus asperezas?
Para Aristóteles, la obra tiene como finalidad elevar al ser humano generando fruición emocional e intelectual, así que a un nivel exclusivamente literario me sale pensar que el sufrimiento de un personaje, sin más, no aporta, a menos que añada algo al sentido, ya que es el sentido final lo que nos hará a nosotros mismos “sentir”. Visto así, el sufrimiento sólo tendría sentido cuando aportase sentido, qué redundancia más paradógica. O es morbo y ya.
El sufrimiento en nuestra vida
Me lo llevo a la vida, ¿por qué tantas dificultades? Vuelvo al relato. Sin conflicto no hay obra. La narración es el itinerario que seguimos para asistir a la superación del conflicto. En otras palabras, lo feo existe para que podamos apreciar lo bello.
Si Dios es el Autor, el sufrimiento en la vida sólo tiene sentido si aporta sentido a la vida. Pero el sentido de la vida, en esa equivalencia, sólo se aprehende cuando la vida se ha extinguido, qué faena. Como el sentido del relato es algo que brota cuando el relato termina. ¿Tiene que haber un después porque si no lo hubiera la propia vida carecería de sentido como carecería de sentido cualquier relato si no pudiéramos verlo desde fuera, una vez concluido? A veces el libro existe para que nadie lo lea.
Sueño y pesadillas, una analogía
En el sueño profundo, sereno y sin pesadillas, disfrutamos de la nada, de la ausencia, pero incluso ahí también, sólo adquirimos conciencia de ello al despertar, cuando tenemos la sensación de haber tenido un sueño reparador. Es algo que se nos revela cuando ha dejado de ocurrir.
Por el contrario, en una pesadilla, sí conservamos esa conciencia. Y a veces, sólo a veces, desde dentro del sueño tenemos la intuición (¿fe, esperanza…?) de que estamos soñando y deseamos volver a la realidad para escapar del sufrimiento. Sucede también con los sueños placenteros que recordamos, pero ahí no queremos despertar, aun sabiendo que no estamos en la verdadera vida.
Supongamos que la vida sea eso mismo, algo de lo que sólo se puede tener conciencia completa cuando ya no está. Como un relato, como un sueño. ¿Tiene sentido?