Palabras de Almarza

Domingo 3 de marzo. Año 2013. La señal Intereconomía Televisión (la actual El Toro TV) emite un nuevo episodio de Lágrimas en la lluvia, la tertulia presentada por el escritor Juan Manuel de Prada.

Es domingo, y apenas han pasado ya 72 horas desde que se hiciera efectiva la renuncia de Benedicto XVI al ministerio petrino. Todavía faltan, sin embargo, nueve días para que se inicie el cónclave del que saldrá, un día después, vestido de blanco al balcón de San Pedro, un jesuita argentino, que se presentará como habiendo sido traído, por sus hermanos cardenales, “casi desde los confines del mundo”.

Pero nada de eso ha ocurrido todavía y en la tertulia del escritor de Prada está sentado el P. José Luis Almarza.

 

Once años y medio más tarde, Marcelo nos comparte un vídeo con las intervenciones de Almarza en aquel programa de Juan Manuel. El vídeo dura casi 32 minutos, así que me lo reservo para el sábado.

Almarza se expresa, prácticamente en estado de gracia, durante diferentes momentos del programa. Ese domingo 3 de marzo yo ni siquiera soñaba con la posibilidad de vivir algún día en España. Y Jorge Mario Bergoglio tenía, a buen seguro, previsto regresar pronto de Roma a Buenos Aires para empezar su jubilación.

 

Tal domingo, cuando todavía faltaban ocho años y medio para que me tocara impartir mi primera clase universitaria en Madrid, el P. Almarza vino a ofrecer una de las síntesis más fascinantes que he oído jamás acerca de la vocación que hoy, desde hace ya más de tres años, me alcanza a diario entre las aulas de nuestra Universidad.

Creo que lo mejor va a ser que te la comparta, no sin antes notar que hay muchas otras palabras de Almarza en aquella tertulia que merecería realmente la pena recuperar (por ejemplo, cuando, recordando un momento postrero del pontificado de Juan Pablo II, evoca la imagen del cura polaco ya bajo los álgidos efectos del Parkinson poniéndose de pie para salir al encuentro con un abrazo de un chaval que quería saludarlo. Bergoglio diría que Wojtyła primereó al joven desconocido. Almarza, a su manera, sintetiza: ahí descubrí que hay hombres que portan señales de lo eterno).

Pero vayamos, en definitiva, a lo que veníamos:

¿Quién no va a la Universidad con un cierto gusto, pero al segundo año ya se ha vuelto escéptico, y al tercero cínico?

Sencillamente, porque ven al profesor que se le quedan los papeles amarillos; que, en cuanto puede, busca el subterfugio de evitar lo que llama la “carga” docente…

La única razón por la que la Universidad es interesante y es una celebración del vivir, es que yo veo a un profesor en primero de carrera más contento de la asignatura que yo. Y por lo tanto yo me digo: “esto no ha hecho más que comenzar… Estoy de enhorabuena, porque estoy estrenando un camino que va a más”. 

Todas las otras palabras de Almarza aquel domingo puedes escucharlas aquí.

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