¿Me salvará la IA?

Inmersos en la cuarta revolución industrial, asediados por los nuevos desarrollos tecnológicos de inteligencia artificial predictiva que prometen un nuevo mundo victorioso frente a cualquier límite. Augurios de un escenario no visto antes. La humanidad toca con la yema de los dedos una nueva cima de la superación del conocimiento. La IA predictiva como invitación a diferentes relaciones económicas, algoritmos que analizan conductas y emiten juicios, nanosensores, nuevas relaciones con el cliente, inmediatez en el acceso a la democratización del conocimiento, alumnos que a golpe de teclado disponen de datos y conocimientos inimaginables en la ardua tarea del estudiante.  

Tenemos al alcance la luminosidad de una herramienta que nos genera una nueva relación con la realidad, el horizonte de una esperanza salvadora de la cotidianeidad, de nuestros quehaceres, responsabilidades y disfrute del tiempo libre.

Bien hecho.

Miro al cielo azul y observo como en las alas del hijo de Dédalo y Náucrates aún se reflejan las heridas de la guerra de Ucrania, Tierra Santa, Birmania, Sudán. La pobreza de mil cien millones de personas en el mundo. El dolor de la pérdida de memoria de un familiar. El pálpito por la felicidad de los hijos. Las mil cuestiones que me ocupan y preocupan y sobre las que tengo de decidir diariamente, al instante.

¿Ícaro, me salvará la IA? ¿Bastará sobrevolar Delos, Paros, las islas de Samos y Calima? ¿Bastará ChatGPT, Google Bard, Midjourney, Grammarly?

A lo mejor debería escuchar a Dédalo. Escuchar la voz de una presencia que acompaña y construye con todos los factores. Alguien que no nos separa de la realidad y que permite el significado profundo con el que ver el mundo de una nueva forma.

La caída de Ícaro. Jacob Peter Gowy. Museo del Prado

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