¿La esperanza en medio del estiércol?

José Ángel Agejas

Catedrático de Ética y Deontología en la Universidad Francisco de Vitoria

«Tenemos que desertar de la reproducción de la especie». Hace un par de años el suplemento dominical de un conocido diario español abría una entrevista con un filósofo referente de la izquierda libertaria con ese titular. ¡Era Barioná redivivo más de ocho décadas después de su aparición en la obra de teatro de Sartre! No daba crédito. En vísperas de la Navidad, ¿podía alguien hacerse eco de la arenga del personaje sartriano? Y aún más, ¿era el mensaje navideño de un periódico?

Pues sí. En el campo de prisioneros del ejército alemán Sartre se dejó interpelar por la locura de un Dios que irrumpe en la historia de los hombres de la manera más radical y desconcertante que podemos imaginar: encarnándose, naciendo de una mujer desplazada con su marido y sin medios materiales par acoger como desearía a su retoño. El Dios Todopoderoso indefenso y desvalido dispuesto a mostrar a los hombres su amor radical. ¿Y nosotros? La mayoría inconscientes. Unos cuantos, sorprendidos. Algunos, apostando libremente por acoger y adorar a la esperanza contra toda esperanza: el sentido busca al hombre para salvarlo.

¿Es que no hay motivos para desertar de ser hombres? Sí, muchos: la violencia, las guerras, las enfermedades, la opresión, los egoísmos desmedidos, el transhumanismo, … Pero hay uno, solo uno, para creer que todo eso ha sido vencido. Un Niño en un establo de Belén. Dios ha venido para decirnos que somos su proyecto, que la libertad se engrandece si apostamos por acogerlo. La Redención es la luz en medio de las tinieblas que nos ahogan. Él se encarnó para mostrarnos que el mal no tiene la última palabra, para mostrarnos que, como le dice Baltasar al zelote hastiado: «todo tú eres un don gratuito a perpetuidad». Acojamos el don. El Niño de Belén, dándose a nosotros, nos anuncia a gritos que somos don. ¡Feliz Navidad!

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