En la mesa de la cocina de mi casa tenemos la costumbre de hablar y hablar y después hablar más. Un día no estaba de acuerdo con algo y dije: I discrip (anglicismo completamente inventado para decir que discrepaba), con la tontería, perdimos la noción de la conversación, pero desde entonces se ha quedado patentado.
“I discrip” en muchos ámbitos de mi vida. Me sorprende la facilidad con la que caigo en la desesperanza con las personas y sin embargo no concibo mi vida sin mis amigos. Me veo a mí misma muchas veces evitando que me den una lección, pero me apasiona aprender. O me alucina la paradoja de porqué me siento aparentemente cómoda en el orden, la estructura y la anticipación y, sin embargo, toda mi persona vibra cada vez que hay una novedad.
Como dice Newman, modelo de faro para los que somos universitarios, solo después se comprende por qué (haciendo referencia a la experiencia de los apóstoles tras la resurrección de Jesús). Después de preguntarme por las discrepancias entre lo que creo y lo que soy, llego a una conclusión. O tengo algún tipo de desintegración personal (que todo puede ser) o hay mucho más de lo que creo.
Qué maravilla todas las lecciones, todas las novedades y todos los amigos que no responden a mi esquema preconcebido y sin embargo surgen. Además, con la generosidad de hacerlo, entre otras cosas, para responder a mi posible desintegración.
Siguiendo con el ejemplo del faro que necesita todo velero, retomo una frase de Séneca que digo siempre a mis alumnos: “No hay viento favorable para el que no sabe donde va”. Yo no siempre lo tengo claro, lo que sí tengo claro es que en estas discrepancias voy encontrando luz y viento favorable.
Tengo también la surte de que de esto y de más cosas, hablamos en la mesa de mi casa.
