José Ángel Agejas. Departamento de Formación Humanística UFV
«¿Te contentarás con un pedacito de cielo? Me temo que me voy del tema. No comprendo muy bien tu pregunta. ¿Por qué nuestros días han de tener algún sentido? ¿Para salvarlos? No necesitan salvarse. No hay pérdida en nuestras vidas, puesto que ya están perdidas de antemano, dado que pasan un poco más cada segundo. Hay una palabra que me molesta en tu carta. La palabra sentido. Permíteme que la borre. Mira en qué se convierte tu pregunta. ¡Qué buena pinta tiene ahora! Aérea, fugaz: “¿qué te da tu vida?”. Esta vez la respuesta es cómoda: todo. Todo lo que no soy yo y me ilumina. Todo lo que ignoro y espero. La espera es una flor sencilla. Crece en el borde del tiempo»
(Christian Bobin. Elogio de la nada)
Los poetas tienen la virtud de llevarnos más allá de lo inmediato gracias a la contemplación. Estos días de retiro forzado pueden ayudarnos, ¡y cómo!, a esa contemplación. Acostumbrados a buscar respuestas rápidas —¡ay, los eficaces algoritmos que tardan cero coma en ofrecer toneladas de información!— damos a nuestra razón sucedáneos que satisfacen de forma temporal. Pero sabemos por experiencia que la inquietud interior de nuestro corazón no descansa en esos datos. No puede. ¿Por qué?
Porque la vida es misterio. En lo hondo de nuestro corazón anida el misterio, el anhelo de una alegría auténtica, verdadera, que supere todos los límites del espacio y el tiempo en los que nos movemos.
Ese anhelo no es un problema, es un reto. No es absurdo, es misterioso.
Estos días de encierro son un gimnasio maravilloso para escuchar ese anhelo. Estamos desprovistos de mucho, de casi todo, menos de una cosa, de nosotros mismos. Van a ser unos días maravillosos para esa gimnasia interior que el ruido habitual de nuestros quehaceres, ires y venires no nos deja ejercitar. Y ahí, en el ejercicio de escucharnos a nosotros mismos, iremos descubriendo la grandeza de un corazón que se estremece cuando recibe una llamada inesperada, que se entusiasma por el gesto heroico de entrega de los profesionales de la sanidad, que se emociona al ver cómo palpita una solidaridad profunda e inesperada…
Brillan así en nosotros las chispas del misterio que nos hace especiales, únicos, inesperados… eternos.