La textura de las cosas

Me apasiona la textura de las cosas, esas sencilleces a menudo inadvertidas. Recorrer con los dedos las abruptas grietas que las eras han trazado sobre el tronco de los árboles. Sentir la superficie de las piedras que surgen descaradas de las sentinas de la Tierra. Desmigar los gasones con las manos y dejar que la arena roja caiga por su propio peso, dibujando riveras a su paso. Posar el pie desnudo sobre la hierba mojada envuelto en los cobrizos de un crepúsculo de estío.

El mundo es tan humilde que ofrece su realidad al primer tacto. Pero tú, que te pierdes absorta en pensamientos secretos, tienes un detrás y un dentro, un algo que se esconde más allá de tu contorno y sabes, o no sabes, que podríamos ser todo el uno para el otro. O nada, tan grande es la aventura. Podría hacerte feliz e incluso, si nos miramos a lo lejos, descubrir juntos que no podría, aunque quisiera.

Las cosas son trastos que guardamos en cajones. Una vez se han dado por completo resulta que eso es el resto, no hay más. Las cosas, es decir, los árboles, las piedras, el polvo, el agua y lo demás, nos esperan sin moverse, como un regalo sin pretensiones, sin envolturas vistosas ni lazos de colores. No les cabe ese algo más que no tienen. Su tal como son es lo que hay.

A la próxima, cuando vuelva al mismo paraje, allí estarán pacientes, despreocupadas del tiempo que las sacude con cariño, sin saber qué hacer con ellas. Las cuenta y las repasa, las pesa y menudea y, al fin, las deja casi como estaban, apenas las modela, como si las apreciara eternas.

Llegan los ajetreos, las carreras y los llantos, la ciudad se sacude su pereza y gentes hurañas o serenas asoman su cabeza a la ventana, todas un poquito desgraciadas y un poquito solas.

¿En qué rincón estás? ¿Dónde se esconde el futuro?

Y yo, que muero a pizcas cuando al despertar vuelvo a la vida, no me conformo. ¿Seré un trasto que entretiene al universo cuando, caminando entre galaxias, acaricia la textura de las cosas? Y tú, que renqueas sobre la acera un lunes frío que nace oscuro, ¿qué esperas? ¿Por qué llamas “mañana” al día que despunta, al hoy que al llegar nos abandona?

¿Acaso alguien te ha prometido algo?

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