De lo que no se puede hablar, es mejor cantar

Rafael Monterde

Profesor de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria

De lo que no se puede hablar, es mejor callar. Eso dijo el filósofo del Tractatus. Hay cosas que trascienden el lenguaje y a las que no hay que poner palabras porque están hechas para hablar de las cosas que podemos ver. Sin embargo, cuántas veces hablamos de lo que no vemos, de lo que se esconde en un gesto, en una mirada, en una sonrisa… Cuántas veces desciframos los enigmas que nos rodean cuando comunicamos que la existencia es un regalo al besar al otro o al cantarle una canción…  

Entonces, de lo que no se puede hablar, es mejor cantar… Porque cantando se expresa lo que es invisible a los ojos y se manifiesta que en el fondo del corazón late algo más profundo que el universo entero. El canto hace nuevo el mundo y devuelve a la vida lo que parecía anónimo. Cantando, todo se hace mío. Cantando, me hago tuyo. Cantando, somos uno. Por eso te canto. Por eso te busco. Porque con mi canto encuentro lo que mi corazón anhela y lo que mis ojos no pueden darme.  

Con mi canto te conozco y con el compás de mi corazón compongo la melodía que esboza tu rostro, hacia donde tu mirada me atrae y donde tus labios pronuncian mi nombre. Me descubro en la sinfonía de tu boca y tu Palabra me invita a callarme. Es en el silencio donde te haces elocuente y cuando callo mi corazón escucha el canto con el que creas todo lo que existe. Todo tiene el sello de tus labios y el aroma de tus manos.  

Así, el canto que me lleva a ti me convierte en el silencio que te hace presente y tu sonrisa me recrea y me dice sí, habla, que Yo te escucho. Intento hablar. Pero ¿qué voy a decir? ¿Cómo puede hablar un corazón que explota sin estallar, que arde sin quemar, en el que la herida de tu Amor es un consuelo? Mejor guardar silencio para que tu herida no se cierre, para que se transforme en tus labios y que mi vida sea verdaderamente tuya. Prefiero ser la nada que te hace presente, el silencio en el que otros pueden escucharte… 

Es mejor que hablen los niños: en sus labios te escondes y en sus palabras apareces de nuevo, haciendo que su asombro, creador, devuelva el sentido a aquello que parecía olvidado… 

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