Entre las voces más prestigiosas en el mundo educativo universitario católico del siglo XIX está el cardenal John Henry Newman. Entre 1854 y 1858 desempeñó el cargo de rector de la Universidad Católica de Irlanda fundada por él mismo en 1854 con un modelo similar a la Universidad de Lovaina. En este periodo de tiempo pronunció una serie de conferencias que, reunidas posteriormente en: Lectures and Essays on University Subjects (1859), más delante acabarían siendo textos de la segunda parte de The Idea of a University (1852), bajo el título “University Subjects”, uno de los textos fundamentales de la filosofía de la educación. De hecho, propone un modelo de complementariedad, en el cual la teología conserva un lugar racional dentro del conjunto del saber y las ciencias disfrutan de una autonomía legítima. La importancia de estas conferencias radica en que anticipan debates contemporáneos sobre los límites del método científico, el reduccionismo, la interdisciplinariedad y la ética de la investigación.
Este ensayo intenta rastrear brevemente cómo desarrolla una visión original e influyente sobre la relación entre cristianismo y ciencias, tema particularmente delicado en un siglo marcado por el progreso científico, las tensiones con el pensamiento religioso tradicional y el ascenso del positivismo. Desde el inicio sostiene que la ciencia y la fe no solo no se oponen, sino que se necesitan recíprocamente para evitar deformaciones epistemológicas.
Sus conferencias tratan la relación entre el saber cristiano (la Teología) y las Ciencias Naturales (Medicina y Física) y responden a un clima intelectual caracterizado por tres fenómenos primordiales: por un lado, el auge del positivismo representado por Augusto Comte; por otro, la profesionalización de las ciencias, que se estaban consolidando como disciplinas autónomas, con métodos rigurosos y resultados sorprendentes; y, por último, la percepción cultural de un conflicto entre fe y ciencia, que se traducía en diversas tensiones entre la religión revelada y el saber empírico. En sus conferencias ya advertía de que, sin una filosofía adecuada, este contexto derivaría en un pensamiento desequilibrado, incapaz de integrar los distintos niveles de conocimiento. Y, por tanto, sus escritos representaban una respuesta a esta amenaza epistemológica, que debían posicionar a la Teología como una ciencia religiosa (Newman, 2011).
En las dos conferencias de 1855, afirma que las ciencias empíricas poseen un objeto propio: el estudio de las causas segundas del universo. La ciencia, por tanto, no está subordinada a la fe ni requiere justificar sus métodos teológicos. Para él, el científico debe dedicarse a entender el mundo natural tal como se presenta a la observación y al experimento. Newman reconoce que la investigación moderna requiere un nivel creciente de especialización. Sin embargo, advierte que esta especialización puede trasferir a una visión estrecha de la realidad si no se equilibra con una configuración más amplia. El científico puede llegar a creer que el único modo válido de conocimiento es el suyo.
Por otro lado, crítica al cientificismo, y, por tanto, a la idea de una ciencia particular que se presenta como explicación exhaustiva de la realidad. Según Newman, este exceso provoca: reduccionismo ontológico, insolencia epistemológica: y carencia antropológica, porque se ignoran aspectos morales, espirituales y metafísicos de la existencia humana.
Por otra parte, en sus conferencias realiza un diagnóstico temprano al pensamiento del siglo XX ya que se anticipa al debate sobre la insuficiencia del método científico para responder a las preguntas últimas. Por ejemplo, hay que destacar su planteamiento del reduccionismo moderno en la ciencia; (MacIntyre, 1981); y, asimismo, la denuncia al “cientificismo moralmente ciego” (Polanyi, 1958). Y, por último, la premisa de Newman de que la ciencia no progresa de manera acumulativa y absolutamente racional (Kuhn, 1962).
Plantea que la ciencia ofrece una proyección valiosa, pero parcial, del territorio. Por tanto, las ciencias no pueden autovalidarse como saber absoluto Su verdad es real pero limitada; de ahí que la misión de la universidad consista en mostrar la interrelación y los límites de cada disciplina. Para él, la teología es una verdadera ciencia en sentido amplio, no porque utilice el método empírico, sino porque tiene: un objeto propio (Dios y su relación con el mundo), principios racionales, y conclusiones que son totalmente sistemáticas. Su exclusión de la universidad no se basa en argumentos epistemológicos, sino en los prejuicios culturales o políticos, pues como dice en el discurso del 17 de diciembre de 1855: “las consecuencias es cierto desprecio a la Teología, y por otro, una disposición que lleva a subestimar, negar, ridiculizar, desalentar, y casi a denunciar la labor de los investigadores de la fisiología, la astronomía y la geología” (Newman, 2011).
La teología cumple una función clave: proporciona el marco último de inteligibilidad. No compite con las ciencias, sino que les ofrece un horizonte que da sentido al mundo. Por eso afirma que la ausencia de teología en la universidad produce una verdadera “deformación del intelecto”. Para él, la complementariedad entre ambas es esencial para una visión no reducida de la realidad. El cristianismo no es un sistema competidor con el saber racional, sino la clave última de la unidad de todo el conocimiento. Sin una visión centrada en lo trascendente, los saberes quedan fraccionados, sin eje moral y sin finalidad última.
En las conferencias de 1858, en un tono más pastoral, subraya que el científico católico debe ser no solo competente, sino moralmente responsable. De hecho, anticipa el debate contemporáneo sobre los dilemas éticos en biotecnología, genética, IA y medicina.
En su conjunto, las conferencias sobre cristianismo y ciencias muestran una respuesta lúcida y equilibrada a los desafíos intelectuales de su tiempo. Su pensamiento se especifica por una honda confianza en la ciencia y en su autonomía; una crítica perspicaz al cientificismo; una defensa racional de la teología como parte fundamental del conocimiento humano; y una afirmación de que la fe cristiana contribuye a la unidad intelectual y moral que el saber requiere.
Newman se adelanta así a los debates actuales y ofrece un marco teórico de sorprendente actualidad: un modelo donde la fe no despoja el lugar que ocupa la ciencia, ni la ciencia pretende sustituir a la fe, sino que ambas confluyen en la búsqueda de una verdad última que trasciende a los métodos particulares. La búsqueda de la verdad, tanto la humana como la divina están presentes constantemente en estas conferencias, incluso admitiendo que hay momentos de aceptación de una verdad equivocada, como se observa en las palabras de la conferencia del 18 de noviembre de 1855: “Siendo así las cosas, las circunstancias nos obligan a tolerar durante un tiempo lo que estimamos un error, en beneficio de la verdad que finalmente saldrá” (Newman, 2011).
Bibliografía
Newman, J. H. (1852). The Idea of a University. Longmans, Green, and Co.
Newman, J. H. (2011). Cristianismo y ciencias en la universidad, Eunsa.
Polanyi, M. (1958). Personal Knowledge. University of Chicago Press.
Kuhn, T. (1962). The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press,.
MacIntyre, A. (1981) After Virtue. University of Notre Dame Press.
El Instituto Newman de la Universidad Francisco de Vitoria comparte mensualmente una serie de publicaciones dedicadas a John Henry Newman para profundizar en la vida, el pensamiento y el legado de este gran santo y analizar su relevancia para nuestra vida y la vivencia universitaria actual.
Su nombre tiene el San delante desde octubre de 2019 pero nuestro Instituto lleva su nombre desde hace 20 años. Merece la pena conocer a esta figura, entender porque nos gustaría ir siguiendo su huella en esta casa, la Universidad Francisco de Vitoria. De ahí que compartamos con vosotros cada mes un breve artículo o pieza audiovisual explicando la hondura de este personaje de la mano de profesores universitarios que admiran su inteligencia de la fe y su inteligencia de la realidad.

