Susana Miró, profesora de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria, introduce el Aula Newman explicando cómo están conectadas las cinco preguntas fundamentales: el amor, la libertad, el sufrimiento, la muerte y la cuestión de Dios.
A continuación, verás una explicación más amplia sobre cómo han abordado algunos filósofos el tema de la muerte, seguido de otras referencias bibliográficas que podrás descargar. También podrás reflexionar acerca de esta cuestión en el mundo del cine, con varios ejemplos de películas que han plasmado la pregunta en situaciones límite y en circunstancias cotidianas. Al terminar, verás la sección de música con numerosos artistas, de ayer y de hoy, que plasman sus inquietudes, temores y deseos ante la realidad de la muerte. Por último, encontrarás una selección los Cafés Newman de los últimos años, que tienen como objetivo plantear la pregunta en el ámbito universitario, confrontándola con la experiencia de los alumnos.
El profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, Miguel Martí, realiza en el siguiente video un amplio análisis sobre la cuestión última de la muerte desde tres dimensiones: como hecho biológico, como momento biográfico y como posibilidad existencial.
Para ello, se sirve de cinco textos filosóficos en los que se aborda el tema de la muerte y cómo esta afecta al ser humano:
Puedes consultar más abajo otras referencias filosóficas descargando los textos en PDF.
Entre las grandes cuestiones humanas la muerte puede resultar la más extraña y en muchas ocasiones se desplaza fuera del horizonte vital, como si no fuéramos a morir. El profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, Santiago Huvelle, nos ayuda a adentrarnos en esta cuestión.
Puedes ver más abajo los títulos cinematográficos que utiliza en su explicación, junto a otras películas relacionadas, por orden cronológico de estreno.
Arsénico por compasión (1944), dirigida por Frank Kapra, afronta la cuestión última de la muerte y la esquizofrenia desde el sentido del humor. Gracias al personaje que interpreta Cary Grant nos permite darnos cuenta de las veces que resolvemos las implicaciones de la muerte con unas risas y un sorbo de vino. Como dijo aquel profesor en una ocasión, ¿no queremos pensar en la muerte y la conjuramos tomándola a broma?
El club de los poetas muertos (1986) está dirigida por Peter Weir. ¿De qué manera la grandeza del poema que dedicó Walt Whitman a Abraham Lincoln «oh Capitán, mi Capitán» sigue hoy vigente en el siglo XXI?
Mi chica (1991), dirigida por Howard Zieff, enfrenta la obsesión de una niña que pierde a su madre y que convive con un padre que trabaja en una funeraria, viviendo en contacto constante con la muerte. ¿El sentido de la vida depende en gran medida del sentido que podamos dar a la muerte? ¿Resolviendo el diálogo entre la muerte y la vida sabremos quiénes somos?
Esencias de mujer (1992), dirigida por Martin Brest, propone adentrarse en la vida de un coronel americano, interpretado por Al Pacino, que sufre de ceguera. A veces un tango puede ser la mejor metáfora para describir el deseo de un vida sencilla frente a la amargura de cualquier drama personal.
Forrest Gump (1994), basada en la novela de Winston Groom y dirigida por Robert Zemeckis, lega el inolvidable papel de Tom Hanks como testigo de muchos momentos trascendentales en su carrera por la historia de EEUU, más allá de imaginar la vida como «una caja de bombones».
Pena de muerte (1995), dirigida por Tim Robbins y basada en una historia real, plantea la cuestión del dolor de las víctimas y del arrepentimiento de los victimarios dentro de ciudades que son entre rejas.
El gran Lebowski (1998) es una película escrita, producida y dirigida por los hermanos Coen. La muerte no parece quedar resuelta con la risa de los tres protagonistas sobre las cosas ridículas de la vida.
Gladiator (2000), dirigida por Ridley Scott, nos deja la célebre frase de Máximo Meridio que representa Russell Crowe: «Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad». ¿Nuestro destino es arbitrario? ¿Terminaremos todos igual? ¿Ninguna opción es justa?
Mi vida sin mí (2003), dirigida por Isabel Coixet, presenta las historias de unas vidas repletas de circunstancias aparentemente importantes, hasta que irrumpe otra circunstancia más importante aún. Es por eso que cabe preguntarse: ¿A qué cosas damos valor en la vida? Y, sobre todo, ¿lo tienen?
Invasiones bárbaras (2003) está dirigida por Denys Arcand. Un enfermo de cáncer reúne a sus amigos para hacer frente al momento final, más allá de ideologías y tópicos.
Big Fish (2003) está dirigida por Tim Burton. Una enfermedad terminal es el momento para restaurar la relación perdida entre un padre y un hijo. Entender la vida y echar la vista atrás hacia la propia experiencia salva de la agonía con que se mira la muerte. Big Fish habla de la grandeza de compartir con los demás y de cómo el final de esta historia es igual de emocionante que el resto de ella.
Despedidas (2008) es un film dirigido por Yojiro Takita. Un músico que deja su orquesta y tiene que trabajar como embalsamador presenta los anhelos profundos del hombre frente al tema tabú de la muerte.
Belleza oculta (2016), dirigida por David Frankel, presenta la conexión real que se puede tener con los seres queridos fallecidos. En la interpretación de Will Smith se abre la puerta a una esperanza imposible de esquivar, incluso para una persona que atraviesa una depresión.
Manchester frente al mar (2016), dirigida por Kenneth Lonergan, es una película que se pregunta si era necesario que muriera el hermano del protagonista. Encontrar sentido al duelo no deja de ser una tarea difícil, pero necesaria, siempre que exista una meta que merezca la pena alcanzar.
Soul (2020), película de animación dirigida por Pete Docter y Kemp Powers, da espacio a la emoción del miedo cuando al protagonista no le viene «nada bien» morirse en un momento de máxima oportunidad profesional y éxito.
Yo no quiero hacer lo correcto. Pa esa mierda ya no tengo tiempo. No vas a escuchar un lamento. Pa’ esa puta mierda ya no tengo tiempo. Antes de morir quiero el cielo. El ciento por ciento. Antes de morir quiero el cielo. El ciento por ciento, por cierto.
Casi ya no veo el puerto, sólo hay una cosa clara, fuimos demasiado lejos y ninguno se cubrió la espalda. ¡Hazlo! Como si ya no te jugaras nada, como si fueras a morir mañana, aunque lo veas demasiado lejos.
Cuando me vaya, que no me lloren, compren vino, no quiero flores, con to’ lo caminado, a mí no me han contado, yo me merezco la siesta.
Ya no nos pasa y no lo escondemos que llevamos años haciendo el papel, fingiendo que recibimos cada día como si fuera el primero. ¡Genial!, ¡qué fuerte!, ¡qué bien! Ya no nos pasa. Ya no estamos tan seguros que tengamos grandes cosas por hacer ni que el destino nos espere con los brazos abiertos y nos diga: Solo tú podías ser.
Estamos discutiendo en la cocina sobre si se debe tener hijos o no, sobre el mundo que se acaba y la magnitud de mi ambición, y cuánto vale realmente el arte. Lo que realmente haces de mejor es lo que más hace daño, pero necesitas tu corazón podrido, tu dolor deslumbrante como anillos de diamantes. Tienes que ir a la guerra para encontrar inspiraciones para cantar. Yo no soy madre. Yo no soy novia. Yo soy rey.
Cuando creo que te has ido, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezas te estás burlando de mí otra vez. Cuando imagino que te has ido, en el mismo sol me muestras y tú eres la estrella que brilla y tú eres el viento que sopla. Si ellos cantan eres tú quien canta, si lloran eres tú el que llora. Soy el mármol del río, soy la noche y soy el amanecer. Estás en todo y eres todo.
Y los únicos regalos de mi Señor fueron un nacimiento y un divorcio, pero he leído el guion y el traje me queda bien, así que haré mi papel . Yo era Cleopatra, era más alta que las vigas, pero eso es todo en el pasado, amor, se fue con el viento. Ahora una enfermera con zapatos blancos me lleva a mi habitación de invitados. Es una cama y un baño y un lugar para el final. No llegaré tarde a esto, tarde a aquello, tarde al amor de mi vida y cuando muera solo, cuando muera solo, moriré a tiempo.
Ojalá pudiera, podría haber dicho adiós. Habría dicho lo que quería, tal vez, incluso, llorar por ti si supiera que sería la última vez, habría roto mi corazón en dos tratando de salvar una parte de ti.
No hay tumba que pueda contener mi cuerpo… Cuando oiga ese sonido de trompeta me levantaré del suelo. No hay tumba que pueda sostener mi cuerpo abajo.
Y no me da la gana de pensar que nada es para siempre. Si esta canción se acaba que acabe el mundo para todos. Todos somos nada. Sin las palabras, dime, ¿qué nos queda?
¿Sabrías mi nombre si te viese en el cielo? ¿Sería lo mismo si te viese en el cielo? Debo ser fuerte, y seguir adelante, porque sé que no encajo aquí en el cielo… Más allá de la puerta hay paz, estoy seguro, y sé que no habrá más lágrimas en el cielo.
Y al final te ataré con todas mis fuerzas, mis brazos serán cuerdas al bailar este vals. Y al final quiero verte de nuevo contenta, sigue dando vueltas si aguantas de pie.
Todos morimos, pero nadie sabe nada. ¿Qué pasará después? Quiero subir para volver a bajar y contarte cómo es, pero la puerta del cielo está cerrada. ¿Será como esperaba? ¿Qué vamos a hacer? No hay respuesta, pero sí muchos porqués. Al paso de los años volver a comprar flores. Me da pena ver a mis padres hacerse mayores.
Corazón hambriento, deja en paz al hombre del espejo, te prometo que te quitaré el colesterol de en medio. No me seas fatiga y te arrodilles ante la hermosura, dame tregua amigo, por favor, que tengo un pie en la tumba. Yo no quiero los suspiros que me arrastran por los pelos a preciosos precipicios, lo que quiero es olvidarme de la angustia.
Y si me vuelvo a quedar desnudo y muerto en la calle, y si me vuelve a atrapar la vida entre sus fauces regresaré a aquel lugar el día en que me salvasteis, cuando os hicisteis hogar y estabais en todas partes.
Una luz que va apagándose sin más y eso es lo que sucede. Una luz que va apagándose sin más y eso es lo que más duele. Yo no voy a ser quien te haga arder, que estás equivocada. Yo no voy a ser quien te haga arder, que esto no es una guerra. Tormentas que van anunciando el final y el final nunca acaba. Palabras que van afilando y al final, al final se nos clavan.
Deseo estar siempre en este momento, así que matadme. Yo quiero estar muerto antes de enterarme de que hay algo distinto, de que hay algo distinto a lo perfecto.
María Ángeles Alonso es profesora de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria.
Victoria Hernández es coordinadora del grado de Humanidades y profesora de literatura de la Universidad Francisco de Vitoria.
Rosa Montero es una conocida periodista y escritora española que trata numerosas veces el tema de la muerte, tanto en sus artículos como en sus libros.
Felipe Samarán es director del grado en Arquitectura de la Universidad Francisco de Vitoria.
Luis Expósito es profesor de la Favultad de Derecho, Empresa y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria.
Tasio Pérez es psicólogo y profesor de psicología en la Universidad Francisco de Vitoria.
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y solo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Federico G. Lorca – La cogida y la muerte
Entonces telefonear costaba dinero, a veces mucho dinero: los jóvenes no saben cuánto se ahorran con Internet. Y cuánto han perdido… Con tanta comunicación no podíamos echarnos de menos: al contrario, alejarse era una ocasión de contarle el mundo al otro. Yo le describía el aula abigarrada de mi charla y el hotel incómodo; ella me hablaba del sendero de montaña que siguió con sus amigos y el albergue donde cenaban. Ahora, siempre silencio. ¿Dónde estará? Y, ¿dónde puedo estar yo? Seis años ya: ni un día, ni una hora sin pensar en ella. El tiempo no se engendró en las estrellas ni en los relojes, sino en las lágrimas.
Fernando Savater. Pregunta. El País 20-03-2021
¡Ay, por la calle oigo no lejos el solitario canto del artesano que regresa tarde después de sus solaces, a su pobre hogar; y cruelmente se me oprime el corazón al pensar que en el mundo todo pasa, y apenas deja huella! (…)
En mi temprana edad, cuando se espera ansiosamente el día festivo, o lego, cuando ya apagado, yo, doliente, despertaba, estrujaba la almohada; y, avanzada la noche, un canto que se oía en los senderos y lejano, moría poco a poco, parecidamente, ya, el corazón me oprimía.
Leopardi. La noche del día de fiesta
La esperanza abre los ojos de cada persona cada mañana, como los comerciantes la persiana de su negocio. Todos los días abrimos los ojos porque esperamos algo. Porque en el fondo creemos que algo va a llegar siempre.
Jesús Montiel. Lo que no se ve
Como vivo en un barrio céntrico de Madrid, pude percibir, desde mi casa, el chupinazo de la salida del estado de alarma, el fragor de maremoto de la muchedumbre por las calles y su hambre insaciable de felicidad. Tantas ansias de quemar la noche, de poseer la vida.
Me pregunto, eso sí, cuántos se fueron contentos a la cama esa madrugada, solos o acompañados. Cuántos se sintieron decepcionados, rehenes como eran de sus expectativas. Cuántos volvieron a caer en la consabida insatisfacción del ser humano y en esa fastidiosa incapacidad que parece que tenemos para vivir lo cierto, lo tangible, la simple realidad.
Así que por ahora aquí estoy, como casi todos, postergando inconscientemente la felicidad a un tiempo que siempre queda a desmano, un poco más lejos. Seré feliz cuando tenga pareja, seré feliz cuando pueda conseguir más independencia de mi pareja; seré feliz cuando tenga hijos, seré feliz cuando mis hijos crezcan y recupere mi vida; cuando tenga menos trabajo.
Malgastamos de manera estúpida nuestros días posponiendo la conciencia plena de vivir a otro momento, como si el presente solo fuera una estación de paso, una etapa tediosa en nuestro agitado camino hacia no sé dónde.
Rosa montero. Hoy, aquí y ahora. El País.