Más de una persona me ha llamado por un nombre que no es siquiera parecido al mío.
Más de dos días he vencido el miedo a estar rodeada de gente y tan solo en mi compañía.
Y más de tres días llevo escuchando en bucle la misma canción.
Sumar.
Sumar regalos aunque de primeras no lo parezcan.
Y sabes que, aunque los queramos y busquemos,
nos es difícil encontrarlos, somos seres bañados en costumbre
(que no tiene porqué ser enemiga de nuestros días).
Hacemos por tener planes distintos, salir a nuevos lugares,
pero acabamos yendo a los de confianza,
disfrutando de la novedad de volver a vernos
y contarnos lo mismo de siempre.
Porque no importa lo pesada que pueda sernos la rutina,
lo que de verdad importa son los mismos deseos que llaman cada día a nuestra puerta.
Cada vez que nos vemos discutimos sobre ellos
e intentamos encontrarles solución.
Mas el punto clave es que no está en nuestras manos,
sino en las del tiempo.
Y eso,
ya lo sabemos.
Pero seguirán nuestras manos escarbando hasta alcanzar el agua.
Y aunque al final el mérito no haya sido nuestro,
el agua inundará nuestras manos.