Reconstrucción del cadáver
Dos aspectos refutan la hipótesis de Jackson sobre la imagen enigmática de la Síndone: A) La presencia de manchas por contacto directo, cuya intensidad tiene que ver con la distancia al cadáver, junto con el descubrimiento de las tres dimensiones que permiten saber que el cuerpo quedó en una posición concreta. B) En un momento dado el cadáver deja de ofrecer resistencia al peso de la Sábana que tiene encima y esta se desplaza por gravedad mientras el cadáver transfiere información hacia la Síndone. Es decir, se genera una imagen con el lienzo cayendo y hay datos sobre la posición relativa y las estructuras internas, por delante y por detrás, en relación con la distancia.
En circunstancias normales, tras la muerte de una persona se endurece la musculatura y se puede apoyar el cadáver sobre el suelo manteniendo su posición. Se inicia a las 2 horas y finaliza a las 8 horas. Sin embargo, el rigor mortis de este cadáver es intenso, es decir, hubo una rigidez que se inició instantáneamente (algo que solo ocurre por asfixia, actividad física intensa o tras sufrir una paliza) y el rigor mortis duró muy pocas horas.
Hay que distinguir entre materia, como tejido biológico, y cuerpo, con capacidad relacional. Los restos mortales son solo materia, en el sentido de lo que la física entiende por materia según la tabla periódica. La teoría de la relatividad y la ley de la gravedad permiten hacer predicciones con la materia, pero predecir el comportamiento humano es más difícil porque hay más que materia. J.Ratzinger explica que la relación del ser humano con la materia afecta a la propia estructura de la materia, ya que dicha relación no es detectable solo por métodos físicos. En la tumba no se sabe qué proceso físico actuó: ¿Por qué si el lienzo cae no hay repulsión electromagnética entre el lienzo y el cadáver? Sugiere cierta atracción hacia el lienzo inferior, pero los protones no generan energía calorífica.
«Sea como sea, Thomas Söding, Ulrich Wilckens y otros hacen notar con razón que en la Jerusalén de entonces el anuncio de la Resurrección habría sido absolutamente imposible si se hubiera podido hacer referencia al cadáver que permanece en el sepulcro. Por eso, partiendo de un planteamiento correcto de la cuestión, hay que decir que, si bien el sepulcro vacío de por sí no puede probar la Resurrección, sigue siendo un presupuesto necesario para la fe en la Resurrección, puesto que esta se refiere precisamente al cuerpo y, por él, a la persona en su totalidad».
Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Editorial Encuentro. 2011. Pgs. 296-7
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