El cansancio del exceso: una mirada crítica en la sociedad del rendimiento

En el libro La Sociedad del Cansancio, el filósofo Byung-Chul Han profundiza en el concepto de libertad en la sociedad contemporánea, mostrando cómo hemos pasado de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento.

La positividad excesiva y la ilusión de libertad

Han describe cómo, el siglo XXI es una época de una positividad excesiva (si podemos hacer algo, lo vamos a hacer), donde el impulso por maximizar el rendimiento y la productividad se ha convertido en una norma casi incuestionable.

Este hecho, dice el autor, genera una paradoja: aunque creemos ser más libres que nunca por realizar todo lo que podemos, en realidad nos convertimos en esclavos de nosotros mismos.  

Esta búsqueda de optimización y éxito individual nos lleva a una autoexplotación que disminuye nuestro bienestar, generando agotamiento físico y emocional.

El síndrome del burnout y la búsqueda de la auténtica libertad

Bajo esta lógica, las personas del siglo XXI no necesitan una autoridad externa para dejar de ser productivos, ya que son ellos mismos quienes se someten a una carga constante de exigencias.

La libertad que buscamos se convierte en una ilusión casi inalcanzable, atrapada en un ciclo de autoimposición y expectativas propias poco realistas, llevando a las personas a un estado de cansancio crónico y desgaste, lo que Han describe como el síndrome del burnout.

Es importante reflexionar sobre el valor de la auténtica libertad, aquella que nos permita desligarnos de las demandas de productividad excesiva y reconectar con el sentido de la vida y el bienestar individual y colectivo. 

La presión por sobresalir y ser productivos se convierte en un lastre que afecta tanto el bienestar físico como emocional. Este agotamiento constante no solo impacta la salud mental, sino que también genera una desconexión con el entorno.

La verdadera libertad: ser, sentir y conectar

El narcisismo predominante en la sociedad impide que las personas se abran a nuevas experiencias, sumergiéndolas en una vida sin descanso ni pensamiento crítico. Como resultado, vivimos en piloto automático, funcionando como máquinas sin reflexionar sobre nuestras acciones, lo que nos aleja de experiencias auténticas y refuerza la desconexión social.

Sin pausas para reflexionar y dialogar, se pierden la empatía y el sentido de solidaridad. La verdadera libertad no está en hacer más, sino en ser, sentir y conectar con los demás, ya que, sin vínculos significativos, el éxito pierde sentido porque no hay con quién compartirlo. Es esencial detenernos, valorar a quienes nos rodean y romper con la exigencia de la positividad excesiva que nos consume. 

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