No esperemos para vivir
En los primeros años de nuestro matrimonio, cuando todavía no teníamos a nuestros pequeños madrugadores, desayunábamos largo y tendido juntos los fines de semana. Mientras mi marido intentaba tener un despertar paulatino delante de su taza, le exponía mi plan del día. Básicamente era una lista interminable de tareas por