La Sábana Santa ha sido objeto de estudio durante muchos años dado que muchos miembros de la comunidad científica han querido comprender mejor su naturaleza y la identidad del hombre cuya imagen presenta.
Desde el siglo XIX hasta la actualidad, la ciencia ha revelado aspectos fascinantes tanto sobre la composición de la tela como sobre la persona que fue envuelta en ella. Además de los datos científicos, existen evidencias históricas que aportan información significativa sobre la Síndone. Su origen, los personajes que la han custodiado a lo largo del tiempo y la veneración popular que la rodea intensifican aún más la pregunta sobre la identidad del sujeto representado en la Sábana.
A continuación, realizaremos un recorrido por el origen y la trayectoria de la Sábana Santa hasta nuestros días, con el objetivo de mostrar no solo los datos históricos, sino también la influencia religiosa, social y cultural que ha tenido lo que muchos podrían considerar simplemente una «tela funeraria».
Desde el siglo I hasta nuestros días, las comunidades cristianas han custodiado un lienzo que tenía la imagen de un cuerpo completo. La custodiaban porque creían que era la sábana que cubrió a Jesús de Nazaret en su sepultura.
Algunos sostienen que la Sábana Santa apareció en Francia en el siglo XIV de manera repentina, argumentando que antes de esa fecha no se tenía conocimiento de su existencia, lo que llevaría a considerarla una falsificación. Sin embargo, las primeras menciones de este lienzo se encuentran en los Evangelios (Mateo 27, 59; Marcos 15, 46; Lucas 23, 53; Juan 18, 40). También se menciona en el Evangelio apócrifo de los Hebreos del siglo II y en el Evangelio de Nicodemo del siglo IV.
En el siglo IV, San Jerónimo cita un pasaje del evangelio apócrifo conocido como «El evangelio de los hebreos», en el que se menciona que Cristo Resucitado entregó la Sábana Santa al sumo sacerdote. Aunque este evangelio es considerado auténtico, a pesar de no estar incluido en los textos canónicos, no podemos confirmar la veracidad de este episodio. Sin embargo, lo que sí revela es una antigua conciencia o creencia sobre la existencia de un lienzo que se consideraba de gran importancia y que fue custodiado desde sus inicios por las primeras comunidades cristianas.
El misal mozárabe (anterior al s. XVI) habla de huellas de la Síndone, relatando que los apóstoles Pedro y Juan encontraron en los lienzos “las huellas” recientes del resucitado.
La historia sugiere que Abgar V, rey de Edesa (actual Urfa, Turquía), fue uno de los primeros poseedores de la Sábana, conocida allí como Mandylion. Según
la tradición, existió una correspondencia entre este rey y Jesús, quien le ofreció protección debido a su fama como sanador, ya que padecía lepra. Eusebio de Cesarea, en su obra «Historia Eclesiástica», así como el diario de la monja gallega Egeria, quien visitó Jerusalén en el siglo IV, documentan esta relación.
Se dice que tras la muerte de Jesús, un discípulo le envió el lienzo a Abgar. Al tocarlo, el rey fue curado y él junto con el pueblo de Edesa se convirtieron en seguidores de Cristo. Esta curación también es mencionada en «Los Hechos de Tadeo», otro evangelio apócrifo.
Abgar de Edesa recibió del apóstol Tadeo el Mandylion, un ícono encáustico (tercera imagen de izquierda a derecha) que se data alrededor del año 944 y que se describe como «no hecho por manos». Esta historia también se narra en un manuscrito siriaco conocido como la «Doctrina de Addai», que data de finales del siglo IV o principios del V y fue descubierto en San Petersburgo en 1878, donde actualmente se conserva.
Además, el Papa San Silvestre, durante un concilio provincial en el siglo IV, dispuso que los manteles del altar fueran de lino blanco en memoria de la sábana que envolvió a Jesús. Posteriormente, en el año 527, el emperador Justiniano ordenó la construcción de una catedral para albergar esta venerada reliquia.
La Sábana Santa ha pasado por diferentes países de Oriente y Occidente desde que saliera de Jerusalén hasta que llegó a Turín en 1578. Los primeros datos la sitúan en la ciudad de Sanli-Urfa en Turquía. Lo que fue la antigua Edesa. Actualmente se conserva en la Catedral de Turín.
En el año 544, según las crónicas de Evagrio el Escolástico y del historiador Teofilacto, la Sábana Santa salvó a la ciudad de Edesa de un ataque persa. San Epifanio de Salamina ya la mencionó en el siglo IV, y se hace referencia a ella en un misal del siglo VI, actualizado por el cardenal Cisneros, del cual existe un ejemplar en la catedral de Toledo.
Los habitantes de Edesa, quienes habían exhibido el Lienzo en las murallas frente a las tropas enemigas, atribuyeron su victoria al poder de la Santa Imagen. Las disputas entre los partidarios y detractores de la veneración de imágenes en el Imperio Bizantino no pueden comprenderse sin reconocer la profunda devoción que se había desarrollado hacia el rostro representado en el Mandylion.
En el siglo VII, San Braulio de Zaragoza también alude a la Sábana Santa en una carta dirigida a Samuel Tajón. León, representante de la Iglesia de Constantinopla, afirmó haber visto este lienzo durante el II Concilio de Nicea en 787.
El Codex Vossianus, un manuscrito del siglo X, respalda este relato y aclara que Jesús dejó la impresión de todo su cuerpo en una tela que se custodiaba en la gran Iglesia de Edesa. Tanto el historiador bizantino Georges Gharib como el investigador inglés Ian Wilson sostienen, basándose en pruebas documentales, que la Sábana Santa permaneció durante siglos en Edesa.
Edesa (actualmente en Turquía) era una ciudad impresionante, con más de 300 iglesias y monasterios, así como miles de ermitaños. Se convirtió así en uno de los principales centros de peregrinación, ya que, sostienen los autores, muchos acudían a contemplar la imagen conocida como Akeropita, que significa «no hecha por mano humana». También era conocida como tetradiplon, que se traduce como «doblado en cuatro», o más tarde como Mandylion, que significa «sudario».
A continuación mostramos tres expresiones artísticas que subrayan lo relatado en el punto anterior:
La imagen Akeropita de Edesa se colocó en el dintel de la puerta de la muralla de entrada a la ciudad, en una hornacina que había contenido la imagen de los antiguos dioses. Algunos relatos dicen que esta operación sirvió más bien para ocultar el Lienzo durante el tiempo en el que la ciudad volvió al paganismo y que fue reencontrado siglos más tarde en perfecto estado.
En Homs (Edesa) se encontró un jarrón litúrgico de plata del s. VI con un retrato de Cristo inspirado en el Mandylion, parecido al rostro de la Síndone tal como se veía entonces.
La leyenda oriental la Doctrina de Addai (Tadeo) menciona la imagen de Edesa. La leyenda cuenta que un apóstol (se cree que Judas Tadeo) habría llevado a la ciudad un lienzo con una imagen milagrosamente impresa.
El reino de Osrhoene, cuya capital era Edesa, fue el primero en adoptar el cristianismo como religión oficial. En el siglo II ya eran cristianos. La tradición lo atribuye a la conversión de su rey, Abgar, al recibir el Lienzo de manos del apóstol. Hay un icono del s. IX en el que se refleja al rey Abgar V recibiendo el lienzo con el rostro de Cristo que le cura de la lepra. El historiador Ian Wilson cree que esta leyenda nace para explicar la presencia de una imagen real y que el objeto al que se hace referencia era la Síndone.
Esta sería una forma sencilla de pasar de un lienzo “doblado en cuatro” a una imagen que se alza “en vertical” para ver toda la figura. La Síndone de Turín ha sido doblada así durante siglos: el Dr. Jackson demostró, mediante un estudio de las arrugas de la tela que se aprecian en la Sábana Santa, las marcas de dichos dobleces.
Para conmemorar el final de ese turbulento periodo, el emperador de Bizancio quiso que el Lienzo se custodiara en Constantinopla, la actual ciudad de Estambul. Consta documentalmente que el Mandilión llegó a la catedral de Santa Sofía de Constantinopla el 16 de agosto del año 944 d.C.
En el año 1095, el Papa Urbano II convocó las Cruzadas, un movimiento que surgió como respuesta de la cristiandad a la destrucción del Santo Sepulcro por el Califa Al-Hakim. Este evento no solo motivó la movilización de los cristianos, sino que también impulsó el traslado de algunas reliquias desde Oriente hacia Occidente. Robert de Clary, cronista de la Cuarta Cruzada, relata haber visto la «Sydoines en que fue envuelto Nuestro Señor», describiendo cómo cada viernes se levantaba verticalmente, permitiendo así observar claramente la figura de Cristo.
“Cada viernes se levantaba vertical, así que se podía ver bien la figura de Nuestro Señor”.
R. Clary, “Historia de la cuarta Cruzada” (1199-1204)
En el Manuscrito de “La Conquista de Constantinopla”, conservado en la Biblioteca Real de Copenhague, se menciona que «sobre cada uno de los lados aparecía como si estuviera de pie, de manera que se pudiera ver perfectamente la figura de Nuestro Señor». La capilla del palacio imperial de Blanquerna, ubicado en uno de los extremos de Constantinopla, albergaba la Síndone. Durante su estancia en la ciudad, los cruzados pudieron contemplarla tras saquear la capital bizantina durante tres días a partir del 12 de abril de 1204. Un cronista afirmó: “Nunca, desde que el mundo fue creado, se ha contemplado ni conquistado tanta maravilla”.
Se sabe que los soldados franceses se centraron principalmente en robar reliquias, mientras que los venecianos se llevaron sobre todo las riquezas visibles en los meses anteriores. En una carta enviada a Inocencio III en 1205, Teodoro Ángel, sobrino del emperador bizantino, expresó su indignación por el robo de la Síndone y solicitó al Papa que al menos se devolviera «el lienzo en el que fue envuelto Nuestro Señor Jesucristo después de su muerte y antes de su resurrección… y que está en Atenas».
En el año 1300, Godofredo II de Charny, maestre templario de Normandía, legó la Síndone a la Iglesia-Colegiata de Lirey, en Francia. Afirmó tener «la certeza de su autenticidad», aunque no pudo revelar cómo había conseguido la reliquia. Se sospecha que este secreto encierra el hecho de que recibió la Síndone como botín de los templarios, quienes conocían su historia y su imagen. En la casa madre de la orden en Templecombe, Inglaterra, se descubrió un panel de madera empotrado en un muro que presenta evidentes similitudes con la Síndone, especialmente en lo que respecta a la peculiar forma de la boca.
Se cree que los templarios guardaron la Síndone tras sacarla de Constantinopla y se negaron a entregarla cuando el rey francés confiscó sus bienes. Godofredo II murió en la hoguera, junto al último Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay. Ambos se resistieron a aceptar las acusaciones formuladas por el rey Felipe IV de Francia (conocido como Felipe el Hermoso), entre las cuales se incluía la supuesta adoración a un rostro blasfemo de Cristo.
El singular entramado relacionado con la Sábana Santa está representado en una medalla datada alrededor del año 1348, conmemorando una peregrinación a Lirey, que se conserva en el Museo Cluny de París. Además, a mediados del siglo XX se halló un medallón con los escudos de la casa Charny —a la que pertenecía Godofredo II— al dragar el Sena.
En 1453, la Síndone pasó a ser propiedad de los Duques de Saboya, siendo el rey Luis II el primer propietario del Lienzo. Inicialmente, la Sábana se conservó en su castillo de Chambéry, pero más tarde se construyó la Saint Chapelle de Chambéry para rendir homenaje a la tela. Fue en este lugar donde sufrió graves daños por un incendio durante la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532. La Iglesia quedó prácticamente destruida, lo que llevó a que gran parte del templo actual fuera edificado en épocas posteriores.
En la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532, un violento incendio devastó la capilla del Palacio Ducal de Chambéry, llegando incluso a derretir parte de la urna que contenía la Síndone. Gotas de plata cayeron sobre el Lienzo, dejando quemaduras visibles en todos sus pliegues. La restauración de la Sábana fue llevada a cabo por la comunidad de monjas de San Francisco, quienes pasaron horas arrodilladas, cosiendo remiendos de tela de corporal sobre las quemaduras con agujas de oro. Este esfuerzo no solo resultó en la restauración física del Lienzo, sino que también dejó un valioso legado: el primer estudio descriptivo conocido sobre la Síndone.
A pesar de las quemaduras y los remiendos, así como de los cercos dejados por el agua utilizada para extinguir el fuego, la imagen central ha permanecido prácticamente intacta. La doble impronta ha resistido inalterada a lo largo del tiempo, aunque lamentablemente se ha perdido parte de la zona correspondiente a los brazos. Las manchas visibles a lo largo del perímetro de la Sábana, entre el rostro y la nuca, así como entre el pecho y las rodillas, son un recordatorio del impacto del incendio.
En 1578, la Síndone fue trasladada de manera definitiva a Turín, Italia. Este traslado fue motivado por la promesa del obispo Carlos Borromeo de peregrinar a pie hasta la Síndone si cesaba la peste en Milán. Para evitar que el prelado tuviera que atravesar los Alpes, el duque Manuel Filiberto decidió llevarla a Turín, que se había convertido en la nueva capital de Saboya. Desde 1984, la Síndone pertenece a la Santa Sede, ya que el último rey de Italia, Humberto II, legó la Sábana Santa al Papa Juan Pablo II en su testamento.
A lo largo del siglo XX, se llevaron a cabo seis exhibiciones públicas de la Sábana Santa, conocidas como ostensiones. La primera tuvo lugar en 1931, durante la cual se lograron las fotografías de Giuseppe Enrie. La segunda ostensión se realizó en 1933, coincidiendo con el Año Santo de la Redención. En 1973, se llevó a cabo la primera ostensión televisiva de la historia. La ostensión de 1978 destacó por su inmensa popularidad. Finalmente, las exhibiciones de 1998 y 2000 atrajeron a casi 4 millones de personas en menos de 100 días.
El 11 de abril de 1997, un incendio se desató en la Capilla Guarini, también conocida como la Capilla de la Síndone, poniendo en grave peligro la vitrina a prueba de balas que ha protegido la tela desde 1993. El bombero Mario Trematore utilizó una maza para romper el cristal antibalas y acceder a la teca que contenía la Síndone. Posteriormente, esta fue trasladada de manera provisional a la residencia del Cardenal Saldarini.
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