Parecería que el método más acertado es estudiar a fondo, comparar y vivir las tres religiones monoteístas (judaísmo, islam y cristianismo) y optar por la más convincente. Pero no bastaría una vida para verificar la verdad de cada religión. Sería impracticable. No obstante, ¿por qué centrar el análisis del cristianismo como punto de partida?
La razón es que la pretensión del cristianismo es singular. Su fundador se manifestó como el Emmanuel, literalmente, «Dios con nosotros», la presencia de Dios en la humanidad de Jesús en medio de la historia, y el sentido de la vida de cada hombre y mujer. Esto es cuanto menos llamativo debido al alcance de su pretensión. Además, suscitó una comunidad que perdura hasta el día de hoy y que sigue afirmando que Jesús vive. La figura de Jesús, que es histórica, así como el origen de la religión cristiana en Judea en el siglo I, nos pone delante de un hecho escandaloso: Dios hecho hombre. Todo esto hace de Él una cuestión histórica, humana y religiosa de inmenso alcance y totalmente singular, con más de 2.500 millones de cristianos por todo el mundo.
En la conciencia popular es común encontrar la idea, errónea, de que los líderes de las religiones más conocidas son el propio dios de esa religión: Buda en el budismo, Mahoma en el islam, etc. Esto está lejos de la realidad ya que la mayoría son enviados predilectos de la divinidad que quiere llevar un mensaje o revelación a los hombres o bien dar a conocer una idea metafísica impersonal que dé orden a la realidad.
La afirmación personal de divinidad no es conocida en hombre alguno más que en Jesús de Nazaret, lo cual se presenta como un desafío a la razón de cada uno de nosotros y una novedad sin precedentes en la historia de las religiones.
En la siguiente enumeración constatamos cómo ninguno de los grandes iniciadores religiosos ha pretendido reclamar para su persona la identificación con el Dios absoluto, eterno, omnipotente:
Así se alza la personalidad de Jesús de Nazaret como una cuestión abierta de la historia humana. Él ha pretendido ser igual al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, de tal modo que esta pretensión le llevó a la muerte.
El gran medievalista C. S. Lewis (1898-1963), que se pasó toda la vida estudiando el cristianismo, defiende por qué empezar por esta religión monoteísta en su síntesis «Mero cristianismo». No tanto como alternativa, sino como creencia «chocante» desde la cual abrir las puertas a aquello que es común a todos los hombres de todas las épocas.
La problemática de no poder estudiar en la vida todas las religiones está muy bien comentada en la relación epistolar que mantiene con su amigo, el escritor estadounidense Sheldon Vanauken, quien intuyó la necesidad de dar un salto de fe cuando le confesaba haberse embarcado en un viaje que “podía ser” que le condujera a Dios algún día.
Descarga la relación epistolar íntegra entre C.S. Lewis y Sheldon Vanauken
La figura de Jesús en el arte. Conferencia del Catedrático de Historia Contemporánea, Pablo López Raso.
El cristianismo en la música. Conferencia de la doctora en Historia y Ciencias de la Música, Cecilia Piñero.