En la Exposición permanente sobre la Sábana Santa de la Capilla UFV se encuentra, además de las réplicas de la Sábana y del Sudario de Oviedo, una representación de algunos objetos de la Pasión con fin únicamente didáctico. Los mostramos a continuación:
En el estudio médico forense las marcas del cuerpo son exactamente las que dejaría el flagrum taxilatum (instrumento usado por los romanos para la flagelación). Sus cintas de cuero terminaban en bolitas metálicas con pinchos (taxili) que desgarraban la piel al golpear. Las marcas de los azotes destacan claramente.
Los regueros de suero en las heridas de la espalda son inapreciables a simple vista, pero revelados por la fotografía con luz U.V. Para que se produzcan unos regueros así el cuerpo debía estar encorvado hacia adelante durante la flagelación.
En la impronta de la Síndone se pueden distinguir multitud de heridas dobles y paralelas que cubren el cuerpo por entero, siguiendo una doble dirección. «Más de 100 marcas», según el profesor P. Barbet. Se pueden consultar las siguientes fuentes:
El reo portó un peso sobre los hombros después de la flagelación. Las marcas de la espalda han sido reabiertas posteriormente. Según los estudiosos, parece que ha cargado un peso que bien podría ser el patibulum o travesaño de la cruz.
Sabemos que el palo vertical (estipes) estaba fijo en el suelo, y que el reo únicamente transportaba el horizontal (patibulum) hasta el lugar de la ejecución. Allí se montaba la cruz y con frecuencia se añadía arriba el titulus, esto es, una tablilla con la causa de la condena.
En el estudio médico de la Sábana Santa las manchas de sangre de la frente destacan sobre las demás, indicando que han llegado a la tela por mecanismos diferentes a los de la imagen. Sobre el rostro es visible en el centro de la frente un surco de sangre venosa con la forma de un “3” invertido, proveniente de una herida de la vena frontal. Cerca del inicio de la cabellera, dos pequeños goteos de sangre arterial desprendidos de una herida que ha dañado la parte frontal de la arteria temporal.
Sobre la nuca son visibles numerosos coágulos de sangre semejantes a los de la frente. Las espinas, que han causado profundas heridas en la cabeza, han dañado algunas partes de la arteria occipital y algunas venas profundas. La sangre efectivamente es de tipo arterial-venoso. El STURP comprobó que debajo de las costras de sangre no hay impronta del cuerpo, eso implica que primero debió llegar la sangre a la tela y luego se formó la imagen.
Hay detalles que exigen conocimientos que no se tuvieron antes del siglo XVI:
Consulta el artículo «Las lesiones punzantes en el cuero cabelludo» de Alfonso Sánchez Hermosilla y Antonio Gómez Gómez, en el que se habla del ziziphus como principal especie vegetal de la que se obtuvieron las espinas.
Según el estudio médico forense, por los regueros de sangre se puede saber que fue clavado con clavos en las muñecas. Como tiene una mano sobre otra, únicamente se aprecia la herida de la mano izquierda, pero el reguero del otro brazo indica la presencia de otro clavo en la mano derecha.
Este es un detalle anatómico desconocido hasta hace muy poco: un clavo en la palma de la mano difícilmente sostiene a un crucificado.
Experiencias realizadas por el profesor Pierre Barbet con cadáveres le permitieron comprobar experimentalmente que el carpo es mejor sitio para clavar los clavos, pues en el caso de un hombre de unos 80 kilos, cada clavo ha de soportar 90 kilos de tracción. La palma de la mano se desgarraría.
¿Una mano muy alargada y con solo cuatro dedos? Estas son dos objeciones que pusieron los primeros estudiosos de la Síndone a la autenticidad del Lienzo. Son dificultades que quedan sin fundamento desde el momento en que Barbet demostró que el clavo está colocado en el “espacio de Destot”. Ese es, efectivamente, un punto muy firme de sujeción, pero el clavo lesiona el nervio mediano que tiene una doble función: motora y sensitiva; así que, por una parte, produce el repliegue automático del pulgar y, por otra, uno de los dolores más fuertes que pueda soportar un ser humano.
Una explicación lógica adicional es que los reos que fueran a ser crucificados no colaborarían a la hora de poner la mano sobre el madero. Si se hubiera sujetado el brazo de esa forma quedaría libre, precisamente, el espacio para colocar el clavo.
La luz U.V. ha permitido determinar con exactitud el hueco dejado por el clavo dentro de la mancha de sangre de la mano derecha. Podemos apreciar incluso las magulladuras producidas en los nudillos al girar la mano contra el madero durante los movimientos necesarios para respirar.
Para los hebreos la palabra equivalente a “mano” designaba desde la punta de los dedos hasta el codo. En todo caso, los huesos del carpo –la muñeca– son, desde el punto de vista anatómico, parte de la mano.
La colocación del clavo de los pies no plantea problema desde el punto de vista anatómico, pues la posición vertical del crucificado permite una sujeción segura en todo caso.
Los estudiosos afirman que el hombre de la Síndone no llevaba subpedaneum y que tenía sujetos los dos pies con un solo clavo.
La llamada “rosa de sangre” del empeine del pie derecho se atribuye a las heridas de los pies, las menos estudiadas hasta el momento. Sin embargo, se han formulado algunas hipótesis que explicarían la morfología y colocación de las manchas de sangre.
Respecto a las manchas de sangre de las plantas, la distinta altura de los pies y la diferente intensidad de las mismas hace pensar a los expertos que estaba la pierna izquierda más flexionada cuando se produjo la rigidez cadavérica.
También hay huellas de dedos en las plantas de los pies. Los espacios sin sangre corresponden, por su forma y tamaño, con unos dedos que sujetaron el cadáver durante su traslado de la cruz al sepulcro.
Las dos posiciones del crucificado sobre la cruz son: una “caída” y otra “levantada”, para evitar la muerte inmediata por asfixia. La posición del cuerpo suspendido a peso por las manos se denomina “posición de descanso muscular” (aunque es una postura muy forzada).
Estando así el cuerpo la caja torácica se bloquea y no se puede respirar, sobreviniendo la asfixia en poco tiempo. Para hacer más lenta la muerte los soldados romanos colocaban un apoyo en los pies (en este caso un clavo) y dejaban las piernas algo flexionadas.
Era necesario tirar de los clavos de las manos, incorporándose y doblando el tronco hacia un lado, para expulsar el aire de los pulmones.
Es de destacar la perfecta concordancia entre las dos posiciones de un crucificado en la cruz y las hemorragias de las manos que se ven en la Síndone.
(Imagen a la izquierda basada en el arte de Monseñor Giulio Ricci)
La lanzada era una de las dos formas que tenían los romanos de rematar al reo. La otra se aplicaba si el crucificado estaba vivo todavía y consistía en romperle las piernas: al perder el punto de apoyo ya no podía moverse para respirar y moría asfixiado en muy poco tiempo. La lanza entró entre la quinta y la sexta costilla y atravesó el pulmón hasta llegar a la aurícula derecha.
El estudio revela una herida abierta de 6 cm de ancho por 15 cm de largo (el óvalo superior) de la que han emanado sangre y otro líquido transparente, líquido pleural o del pericardio. Por su morfología corresponde a la inferida a un cadáver, el corte no se ha abierto como ocurriría de haber estado vivo el sujeto. El suero mezclado con la sangre del costado ha corrido por la espalda cuando el cadáver se ha depositado en el sepulcro envuelto en la Sábana.
En 1978, algunos científicos, entre quienes se encuentran John P. Jackson y Eric J. Jumper, al examinar la imagen de la Sábana con el analizador de imágenes tridimensional VP-8 utilizado por la NASA, descubrieron sobre los ojos la imagen de dos objetos en forma de botón.
Tres años más tarde, Francis L. Filas, trabajando con Michael Marx, experto en numismática, interpretaron las letras identificadas por Filas en 1954 -UCAI- como parte de la inscripción TIBERIOU KAISAROS y también descubrieron un lituus (bastón de un adivino).
Se concluyó que se trata de un dilepton lituus: una moneda acuñada por el procurador Poncio Pilato entre los años 29 y 32 d.C., en honor del emperador Tiberio.
Este era un problema que parecía excluir la identificación positiva hasta que fue encontrado un auténtico dilepton lituus con el error ortográfico. Desde entonces se han encontrado algunos otros con el mismo error. Esta anomalía, por tanto, confiere mayor credibilidad a la identificación de la moneda.
El término lepton significa “pequeño” o “delgado” y en la época de los romanos un lepton era una moneda de poco valor, normalmente la de menor valor. Esta moneda romana era comúnmente llamada lepton en las provincias del Imperio Romano de lengua griega y así se encuentra en el Nuevo Testamento.
El lituus era un bastón de madera que los adivinos tenían en la mano derecha y que simbolizaba la autoridad y la vocación pastoral. Era elevado hacia el cielo cuando los sacerdotes invocaban los dioses y pronunciaban sus profecías. Cuenta la leyenda que fue usado por Rómulo en la época de la fundación de Roma en el 753 a.C. Es interesante notar que el báculo que utilizan actualmente los obispos proviene directamente del lituus.
En el ojo izquierdo, Filas ha identificado la imagen de un lepton simpulum, que fue una moneda acuñada por el procurador Poncio Pilato hacia el año 29 d.C. Este descubrimiento ha sido confirmado por el Prof. Baima Bollone y Nello Balossino en 1996.
El simpulum es un símbolo muy frecuente tomado de la religión romana de la época. Era una copa o cucharón con asa que los sacerdotes utilizaban para gustar el vino que vertían en la cabeza de un animal destinado al sacrificio. A continuación, el adivino era autorizado a examinar las vísceras del animal y descifrar signos y presagios que los dioses enviaban al hombre a través del intérprete.
No es la primera vez que el simpulum aparece en las monedas romanas, pero sí la primera en que aparece solo. Este dato confiere una ulterior particularidad a las monedas de Pilato, no solo en el contexto de Judea, sino también en relación con todas las demás monedas del Imperio.
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