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El corazón habla al corazón, apuntes de una guía

Con motivo de la canonización del Cardenal Newman, durante el mes de octubre hubo una exposición itinerante en la Universidad Francisco de Vitoria para acercarnos su vida y pensamiento. También se ofrecieron visitas guiadas. María Hernández, becaria del Instituto John Henry Newman, cuenta cómo fueron.

Visita con la Escuela de Liderazgo Universitario

Hacer pases guiados durante el curso no estaba en mis planes, fue algo inesperado, como la mayoría de las cosas interesantes que nos suceden. No conocía demasiado la figura de John Henry Newman, así que durante unas semanas no paré de pensar que no estaba preparada para contarlo bien.

En un intento de remediar la ignorancia, pasé varias veces por la biblioteca. Junto a algún título, el catálogo de la exposición también me acompañaba diariamente en los trayectos desde la universidad a casa. Sin embargo, notaba que seguía sin abarcar la vida de Newman, el Movimiento de Oxford, sus influencias, las diferencias doctrinales entre la fe anglicana y la católica, el contexto del siglo XIX, la jerarquía eclesiástica…

Cada vez que abordaba a Rocío con alguna pregunta sobre estos asuntos, ella restaba importancia a esas dudas y me aseguraba que los paneles ya contenían lo esencial. En ese sentido, me costó fiarme. Solo empecé a comprender su enfoque cuando ella me acompañó a mí en el recorrido de los paneles y a medida en que, a su vez, yo he recibido a otras personas. Es entonces cuando entendí que la clave estaba en hablar de la humanidad de Newman (que, si bien no puede prescindir de su biografía, tampoco implica conocer todos los detalles de esta). Es así porque determinados aspectos de Newman como la amistad, la coherencia o la capacidad de sacrificio sobresalen. No requieren un conocimiento erudito ni ser un experto en la materia. Basta estar alerta y vigilantes a aquello que parece ser valioso para nosotros y que, precisamente, también lo fue para alguien que nació en 1801.

Resulta curioso que a pesar de haber tenido delante un título revelador – “Cor ad cor loquitur”, El corazón habla al corazón– yo me empeñara en buscar accesorios para esta sencillez tan abrumadora y suficiente. Me escandaliza un poco, ¡cuántas veces haremos requiebros a lo evidente sin darnos cuenta!

Los pases guiados han sido sobre todo un acompañamiento mutuo. No se trataba de trasladar un discurso, más bien de abrir espacio a un diálogo en el que todos aportaban. Cada una de las personas me ayudaba a recordar que el asombro puede ser constante. A través de quien escuchaba por primera vez, yo podía redescubrir la belleza del mensaje que estaba en juego. Sí, aunque fuese la tercera vez consecutiva que hacía el itinerario en una misma mañana.

De esta forma, se fueron configurando las propias predilecciones en el recorrido. Me gustaba especialmente contar sensibilidad poética de Newman recitando algunos de sus versos o hablar de la heterogeneidad presente en su grupo de amigos para recordar que la verdadera amistad puede surgir entre personas con cultos o inclinaciones políticas distintas. A veces basta con una actitud abierta y honesta para descubrir que lo que nos diferencia del otro es secundario si hay un valor más alto que compartimos y al que damos importancia.

También resultaba conmovedor constatar que Newman, al igual que todos nosotros, era resultado de su tradición y de su contexto más inmediato. Influencia que no rechaza, sino que acoge y estudia a la luz de sus anhelos más profundos para comprobar su autenticidad. En este sentido, Newman es paradigmático.

Susana Sendra, profesora de Humanidades de la Universidad, volvió con sus alumnos a la exposición invitándoles a reflexionar sobre sus referentes vitales. Fue la última visita. ¿Quiénes son modelos para vuestra vida? Porque todos nos miramos en otros para aprender a vivir… -comentó al llegar- Efectivamente, de esto se trata. De identificar ejemplos valiosos y reveladores que nos inspiren a vivir una vida que merezca la pena. Y, ¿quién puede quedar indiferente ante el testimonio de Newman? ¿Quién no querría la libertad de sentirse cautivo de la verdad?

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