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Confinada como mis miserias y Su Misericordia

Menchu de la Calle. Profesora de Humanidades UFV

Nacimos para ser felices, no para ser perfectos… El amanecer es la parte más bonita del día porque es cuando Dios te dice ¡Levántate! Te regalo otra oportunidad de vivir y comenzar nuevamente de mi mano”. San Juan Pablo II

Lleva más de cincuenta y cinco días metida en casa con las seis personas que más quiere en este mundo, las que sin duda alguna habría elegido en caso de que le hubieran preguntado… sin embargo, hay una que le está haciendo difícil este largo confinamiento, seguramente porque es con la que peor se lleva.

Cada mañana se propone de nuevo mirarla con ternura, no ser tan exigente con ella y tolerar sus imperfecciones, pero esta convivencia sin salida de escape al exterior ni quita-ojeras que disimulen sus miserias, le hacen toparse de frente con su alma sin maquillar… ¡es tan bajita sin sus tacones de salir a la calle!

Cuánto le cuesta reconocerla así, tal y como es. Se ve día y noche reflejada en el espejo de la mirada de los suyos y a veces, más de las que antes creía, siente que no está a la altura.

Ella preferiría estar en primera línea de fuego, ser parte del personal sanitario, jugarse la vida para salvar la de los demás y sentir que lo está dando todo en esta pandemia. Y en lugar de eso, le ha tocado un simple “#quédateencasa” poniendo  lavadoras, cambiando pañales, ayudando con los deberes, fregando baños con lejía, a la par que “teletrabajando” (eso sí, con la cámara apagada en las reuniones on line para que no se desvele el caos-casa de sus tareas marrón-mate, sin brillo, para las que no hay aplausos en el balcón).

Y encima se siente culpable por no llegar a todos y a todo y quisiera librarse de ésa a la que a veces no soporta, porque estar confinada 24/7 con sus miserias, en estado puro, a lo bestia, sin máscaras ni paliativos, es demasiado para cualquiera… sobre todo, para ella misma: son sus propias limitaciones las que no soporta, no es capaz de mirarlas con serenidad ni de dejarse querer con ellas.

En el espejo de su dormitorio, su hija de 18 años ha escrito: “ME ENCANTA TAL COMO ERES. Firmado: JESÚS”

Bendito confinamiento si nos descubrimos mirados por Él con SU MISERICORIDA, que es infinitamente más grande que nuestras míseras miserias. Menos mal que es Otro el que viene a rescatarnos de nosotros mismos, estemos o no confinados: ¿será suficiente este estado de alarma para empezar a mirarnos como Él nos mira?, ¿para descubrir que es en nuestra debilidad, cuando Él se hace más fuerte?, ¿que nuestras fisuras y defectos son oportunidad de donación, solo en la medida en que nos rindamos y se las dejemos a Él?

Que lo que nos queda de quedarnos en casa, esté sostenido por el que sabe mirarnos con verdad, sobre todo de puertas para adentro, porque solo con su infinita misericordia podremos abrazarnos tal cual somos, sin mascarillas, CON ESPERANZA.

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