P. Rafael Pardo L.C
Decía Sta. Teresa de Jesús que la vida es como “una mala noche en una mala posada”, queriendo decir que nuestra vida no va a ser todo disfrutar. La santa de Ávila era una mujer muy realista, en nada pesimista, al contrario, tenía un amor a la vida y a Dios muy grandes. De su realismo dan fe muchos hechos de su vida. Les decía a las prioras de sus conventos que si alguna monja venía diciendo que había tenido apariciones le diesen comida doble y más descanso.
La santa tenía bien puestos los pies en la tierra. Su visión de la vida estaba llena de ese mismo realismo que a muchos de nosotros nos vendría muy bien tener. Porque, si hay algo claro en este mundo, es que en algún momento nos va a tocar sufrir. Y es bueno que lo tengamos muy claro, que lo incorporemos a nuestra vida, porque esos momentos de sufrimiento, si sabemos vivirlos bien, son momentos de crecimiento.
Reflexionando en todo lo que estamos viviendo por causa de la pandemia, pensaba que seguimos sin aprender a ver el papel y la importancia del sufrimiento en nuestras vidas. Hemos sufrido mucho y de diversos modos en estos días, pero también para muchos de nosotros han sido oportunidades para descubrir grandes valores, que teníamos a nuestro lado y que éramos incapaces de ver. Es la paradoja del sufrimiento que nos da la visión cristiana. También a los cristianos nos cuesta ver el valor de sufrimiento, también muchas veces huimos de él.
Me maravillo muchas veces de que, siendo la cruz la señal del cristiano, esté tan poco presente en nuestras y muchas veces escapemos corriendo de ella en cuanto la vemos aparecer. Sin embargo, la cruz, de un modo u otro, va estar presente en nuestras vidas. Lo lógico, lo razonable sería darle un lugar en ellas y vivirla de un modo correcto. Sobre todo porque la cruz y el sufrimiento, si los vivimos bien, nos ayudan a crecer, a ser más humanos, a desarrollar un amor más verdadero. Es muy triste darse cuenta de que este mundo que, corre espantado del sufrimiento, no aprovecha un medio especial que Dios nos regala para crecer como personas.
No es fácil encajar el sufrimiento en nuestras vidas. Hay un único camino para ello: vivirlo desde el amor, desde el ofrecimiento. Lo más curioso es que lo sabemos, pero se nos olvida. Hemos experimentado que no hay obra más valiosa y que más nos llene de felicidad, que los sacrificios que hemos hecho por amor a los demás. Porque el sufrimiento hace que saquemos el mejor amor que tenemos en nuestro corazón. Aprovechemos los sufrimientos que Dios permita en nuestras vidas. Tratemos de vivirlos desde el amor y el ofrecimiento. Démonos cuenta que nuestro Dios, camina delante de nosotros y nos quiere ayudar. Que con su muerte en la cruz, por amor a nosotros, nos enseñó el verdadero valor del dolor y el sufrimiento, y nos dio ejemplo de cómo vivir todo desde el amor.