Rocío Solís Cobo. Instituto John Henry Newman
Llegó el místico a un punto,
en el que ya no le servían las palabras, dijo.
No me vengas con cuentos,
respondióle el cuco.
Con una sola de ellas,
creó Dios el mundo.
Estábamos faltos de cucos. Y sobre todo de lo que estábamos faltos era de escucharle. Poco tiempo y mucho ruido. Muchas palabras para nombrar poco. Ahora, la circunstancia dolorosa tiene un reverso, volver a la esencia. Quedarnos mudos. Observar al mundo sin sentir que es nuestro, porque resulta que no lo era. Nos lo dieron como alquiler y dejamos de contemplarlo. Lo llenamos de palabras, de las que no crean. Pero como decía D. Antonio Hoy es siempre todavía y podemos rescatar esa primera palabra que con un solo chasquido nos dio todo lo que acontece. ¿Aprovecharemos ahora para anhelar la palabra?