Ulises resistió. Siguió el consejo de Circe y ordenó que todos los hombres de la nave se tapasen los oídos con cera, mientras él se ataba al mástil del barco, con los oídos destapados y rogándoles a sus compañeros de viaje, que pasara lo que pasara, no le desataran. Un alumno, sin filtros y con absoluta bonhomía, nos soltó entonces, en plena clase: “anda, eso es lo que me pasa a mí con mi novia y con mis amigos”. Reímos. Nos reímos mucho. Esos son los amigos, los que te vinculan, los que te atan porque te quieren libre. Piensa, por un momento, en cuáles son tus amigos de verdad, los que te atan al mástil. Los otros, los que te desatan, bajo promesas de falsa liberación, no son amigos, son cómplices.