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¿Quién responderá al sufrimiento humano?

En días pasados nos conmocionó la noticia de dos hechos provenientes de la fuerza de la naturaleza en países vecinos y cercanos. El terremoto de Marruecos y las inundaciones de Libia. La imponencia de la tierra y su energía generada por la confluencia de varias placas tectónicas, la placa africana y la placa euroasiática desató consecuencias devastadoras en la población marroquí. En las zonas afectadas por el terremoto viven en estructuras constructivas débiles y vulnerables, donde los hogares más pobres con viviendas de adobe y ladrillo no son idóneos para soportar movimientos sísmicos. El resultado lo pudimos ver y palpar todos; el dolor de las personas fallecidas, el pesar de las personas desaparecidas, la perdida de los enseres familiares, la dificultad de un mañana inmediato y el horizonte futuro cargado de escepticismo. Nos conmovió y nos removió de la levedad cotidiana de nuestro vivir.

La necesidad de poder compartir este dolor y sufrimiento, colaborando y ayudando, se vio truncada por una decisión política que es difícil entender frente a tanta miseria humana. Las autoridades del país deniegan la ayuda internacional y ralentizan la entrada de esta a ciertos países por una cuestión estratégica de apoyos internacionales relativa a cuestiones territoriales. Otro de los motivos de la inadmisión de la ayuda extranjera es el deseo de no percibirse dependiente como una antigua colonia. Con ayuda y sin ayuda internacional el dolor permanece en la población marroquí.

Ante el sufrimiento me urgen cuestiones: ¿Quién responderá al sufrimiento humano?  ¿Quién sanará el dolor de tantas perdidas de amigos y familiares? ¿Es posible una mirada que nos ame hasta la profundidad de nuestro dolor? 

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