Otra vez estoy agobiada por lo mismo de siempre. Apenas llevamos unas pocas semanas de clase y todos mis propósitos se han ido al garete. Iba a llevar las asignaturas al día, iba a tener las clases perfectamente preparadas, quería pasar más tiempo con los míos e, incluso, estaba segura de que este año sí que iba a hacer algo de ejercicio. ¡Yo quería disfrutar este curso sin agobios! ¡Quería centrarme en lo bueno y atenuar la arruga de la frente! Pero otra vez me frustran mis mismos defectos. Siempre estoy igual, año tras año… ¿es que nunca voy a cambiar? Y, sin embargo, miro una foto de cuando era muy pequeña – ¡hace ya tanto tiempo! – y mi yo pequeñajo me dice: cuánto has crecido, cuántas cosas has hecho, cuántos amigos, cuántos momentos, cuánto camino recorrido. Siento que la he vuelto a fastidiar, pero el tiempo hace su trabajo. Me ofrece circunstancias, personas, oportunidades… Me dice: ¡atenta! ¡hoy sucederá la novedad que esperas! Así que me voy a clase con la mosca detrás de la oreja: ¿puede ser que hoy ocurra algo que me cambie la vida? ¿Volveré a casa siendo mejor? ¿Seré más feliz cuando acabe el día? ¿Estaré menos agobiada? ¿Me lo habré pasado bien? ¿Querré más a la gente que comparte mi día a día? ¿Sabré cómo vivir mejor? Lo tengo claro: es imposible, ¿qué podría pasar? Y, sin embargo, necesito tanto que pase algo que me saque de mis movidas… ¡Por favor, Vida, ¡sorpréndeme!