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¿Preferimos el envoltorio en lugar del regalo?

Una y otra vez contemplo entre atónito e impotente, como los niños prefieren desenvolver regalos, más que disfrutar del contenido que había dentro. Me sorprenden e irritan esas ceremonias de entrega de regalos donde los adultos incitan a que ese momento de banal sobreexcitación se magnifique.  “Abre otro”, “ahora este…”. Cuanto más grande el regalo y más envuelto con papel llamativo mayor alegría para el niño que recibe esa sobredosis venenosa de excitación efímera y vacía. Y después del chaparrón de adrenalina, es probable que juegue con lo más sencillo de todo lo que recibió. O peor todavía, que diga: “me aburro”, porque el mejor regalo es alguien con quien jugar.

Recuerdo como mis padres nos escondían la mayoría de los regalos de reyes de una familia muy numerosa, y tras el inevitable aluvión de emociones, todo desaparecía misteriosamente, (yo no me daba ni cuenta), y nos los iban sacando durante el año en ocasiones especiales. El trastero que los almacenaba era para nosotros una especie de secreta arca de la alianza de donde siempre manaban sorpresas dosificadas. En aquel tiempo no lo entendía bien, hoy valoro el criterio de austeridad de mis padres.

Me sorprende el creciente número de personas que declaran abiertamente que la Navidad les resulta incómoda, pero lo entiendo perfectamente, porque en tantas cosas seguimos atrapados con el envoltorio, y ajenos o indiferentes al verdadero valor del regalo…

El otro día me abofeteó una fotografía de uno de los cuadros de Tiziano del “Ecce Homo” (1543), expuesto en el museo Municipal Regina María de Rumanía custodiado por dos centuriones modernos con metralleta. Me llevó a pensar en la paradoja de que hace dos mil años los soldados empleaban sus armas contra el verdadero regalo vivo, y hoy los militares custodian con fiereza el envoltorio inerte de su recuerdo, pero no tanto por lo que significa, sino por lo que vale el lienzo. El cuadro más caro de la historia «Salvator Mundi» (de 1490) atribuido a Leonardo Da Vinci, fue subastado en la casa Christie’s de Nueva York en 2017 y adquirido por un príncipe musulmán en nombre del gobierno de Arabia Saudita por 450.300.000$.

Me pregunto qué fue de la túnica sin costura de Jesucristo que los soldados romanos decidieron no rasgar para que no perdiera valor y por ello se la echaron a suertes. Valor y precio, regalo y envoltorio no siempre ocupan su lugar.

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